La superficie de la Luna es hostil, pero esta cueva recién descubierta podría ser un salvavidas
El Orbitador de Reconocimiento Lunar de la NASA (con la Tierra al fondo) detectó la primera prueba directa de un tubo de lava bajo un antiguo océano de magma llamado Mare Tranquillitatis.
Los primeros astronautas desde la era Apolo aterrizarán en la superficie lunar a finales de esta década. Si el programa Artemis de la NASA avanza según lo previsto, establecerá poco a poco una presencia permanente en la Luna, alrededor del polo sur, rico en agua.
No es tarea fácil. El satélite terrestre es uno de los entornos más extremos y hostiles del Sistema Solar: presenta cambios bruscos de temperatura, se ve sacudida ocasionalmente por intensos terremotos lunares y casi siempre está empapada por la radiación galáctica y estelar.
“La superficie lunar es hostil para los humanos y las máquinas”, reconoce Tracy Gregg, vulcanóloga planetaria de la Universidad de Buffalo (Estados Unidos).
Aunque las estructuras artificiales levantadas sobre el astro proporcionarán refugio, sería útil que la propia Luna ofreciera algunas defensas naturales.
Un estudio publicado este mes en Nature Astronomy aporta la primera prueba directa de la existencia de tales refugios naturales. Gracias a los antiguos datos de radar tomados por una sonda en órbita alrededor de la Luna, los investigadores descubrieron que una fosa de aspecto sospechoso cerca del lugar donde aterrizó el Apolo 11 no es simplemente una fosa, sino una larga cueva, un túnel volcánico forjado por un antiguo flujo de lava.
En la Tierra existen tubos de lava y cuevas que han servido de refugio a los viajeros durante casi 10 000 años. Es probable que la caverna descubierta recientemente sea muy similar a la terrestre, y los científicos sospechan que no es la única: se cree que existen miles de conductos de este tipo por toda la Luna.
La superficie lunar está plagada de fosas o claraboyas como esta, llamada Marius Hill (mostrada en tres imágenes superiores bajo diferentes exposiciones al sol). Las temperaturas en el interior de estas fosas, que pueden dar lugar a cuevas subterráneas, son más estables que las de otras partes de la Luna.
Las paredes volcánicas primigenias de estas cuevas proporcionarán a los geólogos una ventana al pasado lejano de la Luna, y también pueden contener agua (hielo) de un valor incalculable, que podría convertirse en combustible para cohetes.
Pero lo más importante es que, si existe esta red de cuevas extraterrestres, podrían ofrecer protección frente a las amenazas que provienen del exterior de la Luna, desde la radiación solar hasta la caída de micrometeoritos, explica Leonardo Carrer, investigador de la Universidad de Trento (Italia) y autor del nuevo estudio.
Cómo son las cuevas lunares
En la actualidad, la Luna es un desierto tranquilo y plateado. Pero antaño fue un paraíso volcánico hiperactivo, donde la roca fundida brotaba al espacio y volvía a llover en forma de lágrimas de cristal, y donde se agitaban enormes mares de lava. Con la pérdida de gran parte de su calor interno, el vulcanismo lunar se extinguió, dejando tras de sí todo tipo de accidentes geológicos en la superficie.
Entre ellos se encuentran los tubos de lava, túneles huecos que en su día aislaron y canalizaron ríos de roca incandescente. Existen, y se siguen creando, en la Tierra hoy en día. Hace tiempo que se cree que en la Luna se esconden tubos de lava fría y cristalizada, cuevas y conductos, sobre todo en las zonas oscuras de los mares magmáticos congelados.
Al sobrevolar la superficie, la cámara del Orbitador de Reconocimiento Lunar de la NASA solo puede ver fosas, que no necesariamente conducen a extensas cuevas. Sin embargo, el orbitador está equipado con un pequeño sistema de radar que, si se dirige a estas fosas en el ángulo adecuado, puede alcanzar sus profundidades potencialmente más extensas.
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Carrer y sus colegas analizaron los datos de radar preexistentes y se centraron en una fosa del Mar de la Tranquilidad, el mar de lava solidificada sobre el que aterrizó el Apolo 11 en 1969. Esos datos revelaron que la fosa tenía paredes abiertas a una profundidad de 130 a 170 metros por debajo del tragaluz de la superficie, lo que conducía al menos a una cueva profunda que serpentea a través de la corteza lunar.
Desde el punto de vista científico, la exploración de un conducto como este descubriría una gran cantidad de tesoros. “Las cuevas son un entorno único que conserva la historia de la Luna”, asegura Lorenzo Bruzzone, investigador de la Universidad de Trento y autor del nuevo estudio. La espeleología podría revelar todo tipo de secretos, desde la historia del vulcanismo en el satélite terrestre hasta la composición de su enigmático interior.
El tubo de lava recientemente descrito es la primera cueva subterránea hallada en la Luna, lo que refuerza la idea de que aún quedan innumerables por descubrir. “Probablemente haya cientos o miles de cuevas allí en forma de tubos de lava drenados”, plantea Gregg. Y un día podrían salvar la vida de un astronauta.
Las cuevas podrían ser la clave para poder explorar la Luna
El refugio es la máxima prioridad. “Se trata de disponer de un hábitat preparado en el que los astronautas puedan pasar largos periodos en la Luna sin contraer cáncer”, explica Paul Byrne, científico planetario de la Universidad Washington de San Luis (Estados Unidos).
Y el refugio cobra especial importancia durante las tormentas solares. El prominente campo magnético de la Tierra y su densa atmósfera protegen el terreno de todas las erupciones solares, excepto de las más aterradoras. Pero la Luna carece de ambos, lo que significa que su superficie es bombardeada por esa radiación cada vez que se encuentra en la línea de fuego del Sol.
Los astronautas desprotegidos podrían enfrentarse a dosis de radiación entre peligrosas y mortales. “Una tormenta solar podría matar literalmente a la gente que se encuentra en la Luna”, advierte Gregg. “A los ordenadores tampoco les gusta la radiación solar”.
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La radiación es absorbida y luego reemitida por la superficie lunar, lo que también podría dañar a los astronautas a largo plazo. “Estar en la superficie en general, incluso cuando el Sol no nos lanza sus llamaradas, sigue sin ser una gran idea”, considera Byrne.
Estas cavidades también podrían servir de santuario frente a otras amenazas. La temperatura de la superficie del satélite terrestre puede subir y bajar cientos de grados con notable rapidez, dependiendo de si está iluminada por la luz solar. Afortunadamente, es probable que “el interior de las cuevas lunares mantenga una temperatura estable”, considera Carrer, lo que ofrece otra ventaja.
Los meteoritos del tamaño de una tostadora o más pequeños no suponen una amenaza para la Tierra, porque su atmósfera los incinera. Pero la Luna no tiene ese escudo gaseoso. “Su superficie es bombardeada continuamente por micrometeoritos, que acaban degradando todo lo que queda fuera”, explica Gregg.
Las cuevas de lava, por tanto, serían espacios de almacenamiento resistentes para complementar los puestos de avanzada lunares construidos por astronautas y robots con el tiempo. “Los hábitats subterráneos o almacenes ya preparados ahorrarían mucho trabajo a la gente”, sugiere la vulcanóloga.
Los riesgos de ingresar a una cueva lunar
Estos espacios no son balas de plata para los aventureros. Acceder a una cueva a cientos de metros bajo la superficie puede requerir que los astronautas desciendan cuidadosamente en rappel, lo que no es ideal si necesitan huir rápidamente de una tormenta solar.
Otro problema es que no todas las cuevas son estructuralmente sólidas. “Las que hemos visto hasta ahora son visibles porque el techo se ha derrumbado”, explica Gregg. “Creo que la estabilidad del techo va a ser un gran problema”.
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La Luna también experimenta terremotos, poco frecuentes pero ocasionalmente fuertes, que pueden durar decenas de minutos. No solo podrían poner en peligro los puestos de avanzada lunares, sino que podrían desestabilizar los tubos de lava.
Thomas Watters, científico planetario del Museo Nacional del Aire y del Espacio de Washington, D.C., afirma: “Si se construyera un puesto de avanzada en una cueva, me gustaría que se reforzaran sus paredes”.
Es crucial que las agencias espaciales tengan como objetivo el polo sur lunar, rico en recursos, para las primeras estaciones humanas a largo plazo en ese satélite. Esto significa que es posible que no encuentren abundantes conductos de lava, que es más probable que se encuentren en los mares de la cara orientada hacia la Tierra.
Pero el mero hecho de saber que esas cuevas existen, después de años de teorías, reconforta a cualquiera que busque respuestas a los misterios de la Luna, un orbe cuyo destino está tan estrechamente ligado al de la Tierra.
“Lo importante es que ahora hemos identificado una cueva accesible que podría ser el objetivo de una futura misión robótica”, celebra Bruzzone. “Estamos preparados para dejarnos sorprender”.