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Página del fotógrafo
Cristian Lagger
De la misma manera que los arboles terrestres, estas macroalgas gigantes poseen una estructura tridimensional que posibilita que muchas especies las utilicen como refugio, zonas de cría, de desove, de alimentación o para camuflarse de otros depredadores.
Macrocystis pyrifera, la especie de macroalga gigante más abundante a lo largo de las costas de Argentina. Esta especie posee estructuras alargadas parecidas a pequeños “globos” (llamadas “aerocistos”) llenas de aire que le permiten mantenerse erguida en la columna de agua para alcanzar mayor cantidad de luz.
Una puesta de huevos de calamar aferrada a una Macrocystis pyrifera. Los bosques de macroalgas cumplen un rol fundamental en la estructuración de todo el ecosistema marino de Península Mitre, albergando una enorme biodiversidad marina.
Hay especies de macroalgas formadoras de bosques más pequeñas que Macrocystis pyrifera, como éstas macroalgas del género Lessonia, que ocupan una posición más baja dentro del bosque y que tienen estipes (estructura de soporte similar a los tallos en los arboles) mucho más anchos y menos flexibles que Macrocystis.
Durante la expedición se midieron macroalgas de más de 22 metros de alto y de más de 100 kg de peso húmedo. El gran tamaño que pueden alcanzar hace que parte de su estructura superior quede recostado sobre la superficie del agua, formando verdaderas alfombras marinas.
En 1989 Oscar Zanola, primer director del Museo del Fin del Mundo, propuso la creación de una Reserva Cultural y Natural.
Las costas y el mar que rodean a la Península albergan una gran variedad de fauna marina, por lo que se considera un santuario natural.
La creación del área natural protegida, aprobada el 6 de diciembre de 2022, aporta el marco regulatorio y permite “llenar vacíos legales, de responsabilidad y fiscalización que antes no existían”, asegura Cristian Lagger, biólogo marino, investigador del Laboratorio de Ecología Marina del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (Idea/Conicet) de Argentina y explorador de National Geographic Society.
En diciembre de 2020, fue declarada de interés ambiental, natural y cultural por la provincia.
En 1989 Oscar Zanola, primer director del Museo del Fin del Mundo, propuso la creación de una Reserva Cultural y Natural.