¿Es el instinto maternal exclusivo de las madres?

Las últimas miradas a los componentes químicos del cerebro y al desarrollo social sugieren que revisemos la definición de maternidad.

Por Sarah Gibbens
Publicado 15 may 2018, 18:01 GMT-3
Una madre en Puerto España, Trinidad, sostiene la mano de su hijo.
Una madre en Puerto España, Trinidad, sostiene la mano de su hijo.
Fotografía de Michael Nichols, National Geographic Creative

Antes y después de conocer a su nieto por primera vez, Sarah Blaffer Hrdy escupió en un tubo de ensayos. Dos semanas más tarde, cuando su marido llegó para conocer al recién nacido, le pidió que hiciera lo mismo.

Los laboratorios posteriores revelaron que, esa misma noche, los niveles químicos cerebrales de Hrdy, llamados oxitocinas, se elevaron un 63 por ciento. El escupitajo de su marido mostró un aumento del 26 por ciento, pero luego de algunos días, también subió al 63 por ciento.

"En el resultado final, no hubo diferencia entre mi marido y yo, solo que él necesitó más contacto con su nieto para llegar al mismo nivel", afirma Hrdy. Ahora, como profesora emérito de University of California (Universidad de California) en Davis y prestigiosa antropóloga, Hrdy ha escrito extensamente sobre la ciencia de la maternidad humana.

"Todos los mamíferos hembra poseen respuestas maternales o 'instintos'; pero esto no quiere decir, como suele asumirse, que toda madre que da a luz está automáticamente [lista] para criar a su cría", reconoce Hrdy. "Por el contrario, las hormonas gestacionales preparan a las madres para responder a los estímulos del infante, y luego del parto, y de a poco, va respondiendo a las distintas señales", agrega.

Y esto no se aplica únicamente a las madres que dan a luz físicamente. Hrdy y su marido son abuelos, y para ella, no es para nada sorprendente que ambos hayan experimentado similares aumentos de oxitocina, una hormona asociada al lazo maternal. En su opinión, tanto las madres que dan a luz como las madres que adoptan deben ser consideradas "madres biológicas", si tenemos en cuenta los cambios que sufren sus cuerpos cuando se convierten en madres.

"Ambas sufren transformaciones neuroendocrinológicas similares; incluso en ausencia de parto o lactancia", afirma Hrdy.

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    Fotografía de JJ Fabre, Barcroft Media, via Getty

    El trabajo de Hrdy demuestra que, en seres humanos, la maternidad puede tener muchos matices. Actualmente, en las sociedades occidentales, quién se convierte en madre (y quién quiere ser madre) se ve diferente de lo que se veía hace solo unas décadas atrás. Hoy más que nunca, las mujeres están retrasando cuándo y cuántos niños desean tener; y muchas viven felices sin tener ninguno. Los padres del mismo sexo están cada vez más aceptados. Y, a principios de este año, una mujer transgénero se convirtió en la primera en amamantar a su bebé..

    Aunque todos poseemos una idea única de qué significa ser mamá, la ciencia puede decirnos mucho sobre por qué las madres, de cualquier tipo, se comportan de la manera que lo hacen.

    De ratones y vírgenes caníbales

    En términos químicos, uno de los más poderosos motores del comportamiento maternal pareciera ser la famosa "hormona del amor", es decir la oxitocina. Este complejo neuropéptido desempeña una gran variedad de roles en la reproducción mamífera, entre ellos, están el vínculo madre-cría, la contracción del útero y la liberación de leche materna.

    “Un orgasmo, el contacto visual, los abrazos, las caricias—todo libera oxitocina", explica Bianca J. Marlin, investigadora postdoctoral del departamento de neurociencias de Columbia University (Universidad de Columbia).

    En 2015, Marlin colaboró en la redacción de un estudio en la revista Nature en el cual explicaban los efectos de la oxitocina en ratones. Cuando los ratones de laboratorio, hembras y vírgenes, escucharon los gritos de los ratones recién nacidos, los ignoraron, o, en algunos casos, se comieron a esas crías. Sin embargo, los ratones madres tratarían de ubicar la fuente del grito para recuperar y cuidar a su cría.

    Luego, inyectaron oxitocina a esos ratones hembra vírgenes.

    "Cuando agregamos oxitocina a las vírgenes hembra que comían a las crías, dejaron de hacerlo y aprendieron a recuperarlas de la misma manera que las madres lo hacían", explica Marlin. "Cambiamos su comportamiento: las crías pasaron de ser bocadillos a ser cuidados", adhiere.

    Posteriormente, el equipo inspeccionó la parte auditiva del cerebro de los ratones al oír las llamadas de las crías. Las células auditivas del cerebro de los ratones vírgenes sin hormonas agregadas se disparaban, pero, de cualquier manera, eso no era una señal de respuesta.

    "Cuando agregamos oxitocina, observamos que las neuronas comenzaron a cambiar su comunicación", menciona Marlin. "No solo cambiamos su comportamiento, sino que también cambiamos las características neurales de la llamada de las crías en las vírgenes. Actuaban y respondían como madres", añade.

    Cuando el equipo de Marlin inyectó oxitocina en ratones macho, encontró que estos tardaron más que las hembras vírgenes en cambiar su comportamiento. "¿Pueden los machos cuidar a las crías? Sí, pero comparado con las vírgenes, el plazo de adaptación fue más largo. Estas últimas aprendieron a recuperar a las crías en 12 horas mientras que los machos tardaron entre tres y cinco días", afirma Marlin.

    Entonces... ¿eso significa que los cerebros femeninos están fundamentalmente diseñados para ser maternales? "No necesariamente", argumenta Daphna Joel, neurocientífico de University of Tel-Aviv (Universidad de Tel-Aviv). En primer lugar, los ratones no son hombres, y es importante entender específicamente cómo el cerebro humano responde a los cambios hormonales.

    En un artículo publicado en 2015 en Proceedings of the National Academy of Sciences (Procedimientos para la Academia Nacional de Ciencias), Joel y sus colegas examinaron si la ciencia podía distinguir alguna diferencia entre los cerebros masculinos y femeninos de los seres humanos. Por ejemplo, ¿eran las partes del cerebro comúnmente asociadas a las emociones y la comunicación (cualidades que, basados en estereotipos, se consideran más presentes en mujeres) de alguna manera diferentes o más desarrolladas en los cerebros femeninos?

    "Descubrimos que no era así", afirma Joel. Y explica: "Por el contrario, el cerebro de la mayoría de los humanos se compone de una única red de características, algunas más comunes en mujeres y otras más comunes en hombres, si los comparamos entre sí". El estudio descubrió que algunas redes son comunes en cerebros tanto femeninos como masculinos.

    Una madre sostiene a su bebé en sus brazos.
    Una madre sostiene a su bebé en sus brazos.
    Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Creative

    Vuelta a nuestras raíces

    Más allá de la pura biología, las estructuras sociales han desempeñado un papel importante en la comprensión moderna de la maternidad. Para saber cómo nuestro entorno ha influenciado el cuidado parental, con frecuencia, los antropólogos observan a los primates, nuestros primos evolutivos más cercanos, así como también a las tribus modernas de cazadores-recolectores.

    Durantes los años 1980 y 1990, Kristen Hawkes, antropóloga de University of Utah (Universidad de Utah) y sus colegas de investigaciones pasaron tiempo con los Hadza, una tribu de cazadores-recolectores en Tanzania.

    "Lo que surgió de las observaciones fue cuán económicamente importantes eran las mujeres mayores", comenta. "¡Quién lo hubiera pensado!", exclama.

    Los hallazgos de su equipo respaldan la hipótesis denominada "de las abuelas", que sugiere que las abuelas tenían un rol importante en la evolución humana. A diferencia de la mayoría de los primates, los humanos son menos vulnerables luego de ser destetados. "Los niños pequeños pueden buscar su propia comida fácilmente, y si una madre estuviese cuidando nuevos niños, las abuelas ocuparían su lugar en el cuidado de los otros hijos de manera efectiva", afirma Hawkes.

    El efecto no se limita a las abuelas. En esta comunidad, las hermanas y las hijas también colaboran con la crianza de los niños. En estas circunstancias, las mujeres proveen valiosos beneficios para la comunidad.

    "La hipótesis nunca ha sido sobre el cuidado de niños", afirma Hawkes. "Se trata de la productividad económica", aclara.

    El músico Kurt Kipapa, padre de 10 niños, abraza al más pequeño de ellos.
    El músico Kurt Kipapa, padre de 10 niños, abraza al más pequeño de ellos.
    Fotografía de Jodi Cobb, National Geographic Creative

    Familias modernas

    Hoy día, ese mismo bono de cuidado parental de familiares les permite a las madres regresar a su trabajo. Pero en los países desarrollados, cada vez más mujeres están optando por postergar o hasta esquivar la maternidad.

    “Buscar el éxito es una motivación biológica en los seres humanos”, menciona Lisa McAllister, antropóloga de University of California (Universidad de California), Santa Bárbara. "Hemos desarrollado una motivación para buscar el éxito. En una sociedad, los individuos más exitosos son los que tradicionalmente dejarían más descendencia y, por lo tanto, los que serían más representados en las generaciones futuras", asegura.

    Durante muchos años, McAllister vivió con una comunidad de cazadores-recolectores llamada Tsimané (se pronuncia Chi-man- i), en Bolivia. Allí notó que, comúnmente, las mujeres obtenían mejor posición social según la cantidad de niños sanos que podían tener.

    Al igual que las mujeres de Hadza en Tanzania, las mujeres Tsimané tenían pocas opciones más allá de casarse y convertirse en madres. En promedio, las mujeres tenían su primer bebé a los 18 años y llegaban a tener hasta 9 hijos. En cambio, los datos recopilados en 2017 por U.S. Centers for Disease Control and Prevention (Centros de Estados Unidos para el control y prevención de enfermedades) mostraron que, en ese país, las mujeres entre 30 y 34 años eran las que más hijos tenían; y el número de hijos por madre no es tan alto.

    "En nuestra sociedad, ya no medimos el valor de una mujer por la cantidad de hijos que tiene. Lo medimos, en general, por el tipo de trabajo o el auto que posee", afirma McAllister.

    "Aquí hay muchos hombres y mujeres que, simplemente, no desean tener hijos. No les interesa", añade. Y continúa: "Hay montones de hombres y mujeres que nunca sienten la necesidad de tener un bebé ni les viene el instinto maternal cuando están cerca de un niño. Esto se debe a que, en nuestra sociedad, la psicología interna sobre cómo medimos el éxito se ha modificado".

    No obstante, parece que los seres humanos, como especie, permanecen biológicamente orientados a formar lazos con niños que están a su cuidado, sin importar el género o el estado social.

    "Tengamos en cuenta la adopción, por ejemplo", cuenta Hawkes. "Hay varias maneras mediante las cuales las personas desarrollan lazos realmente estrechos con individuos con los que no están íntimamente relacionados. No hay duda sobre ello; hay muchas maneras por las que nos podemos sentir motivados por tener un bebé", concluye.Principio del formulario

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