Cómo el Terror Rojo trazó el macabro camino de la Unión Soviética

En 1918, el régimen bolchevique lanzó una campaña aprobada por el estado de asesinatos y detenciones en masa para silenciar a sus enemigos políticos y sentó las bases de décadas de violencia en la URSS.

Por Erin Blakemore
Publicado 8 sep 2020, 10:41 GMT-3
Bolcheviques con armas en un camión en Vladivostok, Rusia, en 1920. Liderado por Vladimir Lenin, el ...

Bolcheviques con armas en un camión en Vladivostok, Rusia, en 1920. Liderado por Vladimir Lenin, el régimen de izquierda bolchevique buscó silenciar a sus enemigos mediante una política de asesinatos y detenciones en masa aprobada por el estado.

Fotografía de Cody Marsh, Nat Geo Image Collection

Cuando Nikolay Gumilyov murió en agosto de 1921, sus amigos no lo lloraron en público. El prominente poeta y disidente ruso había sido arrestado y falsamente acusado de tramar un levantamiento contra los bolcheviques, el movimiento radical de izquierda fundado por Vladimir Lenin que llegó al poder tras la Revolución rusa. Gumilyov fue condenado sin juicio previo y ejecutado por un pelotón de fusilamiento.

El poeta fue una de las muchas víctimas del Terror Rojo, una avalancha de crueldad patrocinada por el estado que se decretó en Rusia el 5 de septiembre de 1918 y duró hasta 1922. Los bolcheviques, que buscaban mantener el control en un país inmerso en una guerra civil, usaban tácticas a base de terror para silenciar a sus enemigos y disuadir a otros de resistírseles. Decenas de miles, y posiblemente más de un millón, de personas fueran calificadas como “enemigos de clase” y detenidas en campos de concentración o ejecutadas de manera sumarísima. El terror allanó el camino a décadas de reinado soviético y violencia ejercida por el estado.

A principios del siglo XX, se dieron las condiciones en Rusia para la lucha y el cambio de régimen después de años de hambruna y marcadas desigualdades bajo un gobierno imperial autocrático. En 1905, los rusos se sublevaron en protestas masivas que forzaron al zar Nicolás II a marcar el inicio de la primera constitución de la nación, a proteger los derechos civiles básicos y a permitir la creación del parlamento. Pero las tensiones estallaron nuevamente en medio de las penurias y las muertes de la Primera Guerra Mundial y, en marzo de 1917, los protestantes enfurecidos y hambrientos demandaron la abdicación de Nicolás. Frente a la sublevación de un amplio sector de la sociedad rusa, incluidos sus soldados, dio un paso al costado. 

La revolución que moldeó a Rusia
Las revoluciones de 1917 llevaron a la creación de la Unión Soviética, el primer Estado Comunista del mundo.

La monarquía rusa había llegado a su fin. No obstante, a pesar de que el gobierno provisional que remplazó al zar aprobó reformas profundas a los derechos civiles, le costó liderar. La Primera Guerra Mundial seguía en progreso y a los funcionarios gubernamentales les preocupaba que una derrota en manos de los alemanes los llevara al restablecimiento de la monarquía. Mientras tanto, la falta de comida seguía generando descontento entre muchos rusos. En noviembre de 1917, los bolcheviques aprovecharon los disturbios y tomaron el poder prometiendo “paz, tierras y pan” al pueblo ruso. (Se conoce a la revolución como la Revolución de Octubre dado que tuvo lugar en octubre en el calendario juliano, que los bolcheviques abandonaron en enero de 1918).

Los bolcheviques vieron a Rusia como el lugar ideal para poner en marcha una revolución comunista— pero no mediante una revolución de la clase trabajadora para abolir el capitalismo, como lo había predicho el filósofo alemán Karl Marx, sino mediante un grupo pequeño y autoritario que creó un estado socialista e impulsó a la sociedad hacia el comunismo.

Liderados por Lenin, los bolcheviques removieron al gobierno provisional y abandonaron cualquier intento de democracia. En marzo de 1918, firmaron un tratado con las potencias centrales para que Rusia dejara de participar en la Primera Guerra Mundial— un acuerdo punitivo en el que Rusia cedía un tercio de la población, la tierra agrícola y gran parte de sus recursos a Alemania. 

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    El líder ruso Vladimir Lenin hablándoles a sus solados en el primer aniversario de la fundación de las fuerzas armadas soviéticas en Moscú en 1919. Lenin llegó al poder después de la Revolución rusa con la promesa de “paz, tierras y pan” para un país que se había enfrentado durante años a la pobreza y la desigualdad.

    Fotografía de Keystone, Getty

    Esto intensificó una creciente guerra civil entre los bolcheviques, denominados los Rojos, y un amplio movimiento opositor conocido como los Blancos, que incluyó élites, miembros del ejército y personas que no querían ni el regreso de la monarquía ni una democracia. En los comienzos de la guerra civil, a principios de 1918, los Blancos habían generado una serie de represalias violentas conocidas como el Terror blanco, que provocaron la muerte de decenas de miles. Sin embargo, a pesar de aquellas muertes— y de la intervención de los exaliados rusos, como Francia y Gran Bretaña, que esperaban evitar la propagación del comunismo— los Blancos tuvieron problemas en la lucha contra el nuevo y recientemente formado Ejército Rojo.

    Luego, el 30 de agosto de 1918, le dispararon a Lenin luego de un discurso en una fábrica. Aunque todavía no se sabe quién cometió el asesinato, el hecho se le adjudicó a Fanny Kaplan, un joven revolucionario judío que fue arrestado después de una investigación de la Checa, la policía secreta bolchevique. Mientras Lenin se recuperaba en el hospital, le escribió a uno de sus agentes diciéndole que “era necesario preparar el terror secretamente–y urgentemente”.

    Fue una señal para comenzar una campaña de eliminación brutal contra los “enemigos de clase” de los bolcheviques— cualquiera que estuviese sospechado de estar alineado con los Blancos. Conocida como el Terror rojo, la campaña tuvo dos objetivos: deshacerse de los enemigos de los bolcheviques y presentar a estos últimos como los defensores de la clase trabajadora. El Terror rojo se convirtió en política estatal oficial el 5 de septiembre de 1918.

    “No estamos librando una guerra contra personas individuales”, afirmó el líder de la Checa, Martyn Latsis. “Estamos exterminando a la burguesía como clase”.  Alentó a sus compañeros de la Checa a golpear a las personas sospechadas de simpatizar con la burguesía en vez de buscar pruebas para verificar que realmente habían actuado contra los soviéticos. En solo meses, la Checa ejecutó a al menos 10.000 personas. Y a miles más las pusieron en campos en los que las liquidaban en masacres frecuentes.

    La cantidad de muertes por el Terror rojo puede haber sido mucho mayor— algunos cálculos hablan de que las víctimas llegan hasta 1,3 millones. No obstante, dado su secretismo, censura y la naturaleza sumarísima de las ejecuciones, es probable que nunca se sepa el verdadero alcance del Terror rojo.

    Cuando los bolcheviques salieron victoriosos de la guerra civil en 1921, el Terror rojo terminó técnicamente. Sin embargo, la violencia fue la antesala de décadas de represión y muertes en la Rusia soviética. El Terror rojo sentó las bases de las depuraciones políticas y las ejecuciones en masa de la década de 1930 bajo el gobierno del sucesor de Lenin, Joseph Stalin. Mataron a hasta tres millones de “enemigos” del partido. Los campos de concentración fueron los predecesores de los gulags soviéticos, campos de trabajos forzados donde Stalin esclavizó a decenas de millones de rusos desde 1929 a 1953. Y, finalmente, la Checa se convirtió en KGB, la temida agencia de inteligencia de la URSS. 

    El Terror rojo marcó el macabro curso de Rusia. Los bolcheviques justificaban la arrolladora represión como una herramienta que solidificaba el poder político y fomentaba los objetivos del socialismo. Y les enseñó una mordaz lección a aquellos que, de otra manera, se hubiesen resistido al régimen. “La intimidación es un arma poderosa de la política”, escribió Leon Trotsky, líder del Ejército Rojo y mano derecha de Lenin. “La revolución... mata individuos, e intimida a miles”.

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