México: ¿cómo se vivió la celebración anual de la Virgen de Guadalupe en el año de la pandemia?
Una de las peregrinaciones religiosas más grandes del mundo se dio en un marco muy diferente al acostumbrado debido a la crisis sanitaria por la COVID-19.
La Basílica de Santa María de Guadalupe, en Ciudad de México, atrae a millones de peregrinos cada diciembre para conmemorar el día de la Virgen. Este año, la basílica cerró para prevenir la propagación del COVID-19. Algunos peregrinos llegaron antes, entre ellos este grupo de ciclistas que cargaron sus bicicletas cuesta abajo en el cerro de Tepeyac, donde se cree la Virgen hizo su aparición hace aproximadamente 500 años.
Una mujer se pone de rodillas frente a la basílica para mostrar su devoción ante las puertas cerradas para prevenir que se reúnan multitudes. En un año normal, es usual ver docenas de peregrinos arrodillados en el extenso bulevar que conduce a la basílica.
La imagen de la Virgen en dos collares que cuelgan del cuello de un joven hombre que visita la basílica. Su imagen es omnipresente en México; adorna tanto santuarios en la vereda y pancartas como camisetas.
Cualquier otro año, a mediados de diciembre, la Basílica de Santa María de Guadalupe en Ciudad de México (el segundo sitio católico romano más visitado, superado solo por el Vaticano) estaría repleto de peregrinos. El bulevar que conduce a sus puertas de entrada y a su inmensa plaza estaría plagado de visitantes, algunos caminarían arrodillados, muchos cargarían cuadros o estatuillas de la Virgen María, todo en el marco de una de las peregrinaciones religiosas más grandes del mundo. En 2019, aproximadamente 9,8 millones de personas llegaron para rendirle homenaje a la patrona de México.
Este año, México está tambaleando por un total de muertos por coronavirus de al menos 130.000 y los contagios aumentan de forma constante. A finales de noviembre, la Iglesia anunció que cerraría las puertas de la basílica a mediados de diciembre para que los peregrinos desistieran de hacer el viaje. Una campaña en línea alentó a los devotos a preparar santuarios en sus hogares y sumarse a una misa transmitida en vivo por internet.
"Nuestra Señora vendrá a nuestros hogares ahora, en vez de esperarnos en su hogar", aseguró en una conferencia de prensa el cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Ciudad de México. "Gracias a Dios, hoy contamos con las tecnologías de la comunicación y la Virgen llegará a nuestros hogares mediante ellas".
Unos pocos días antes del 12 de diciembre -la fiesta de la Virgen de Guadalupe-, los celulares de todo Ciudad de México recibieron una alerta de emergencia que los instaba a quedarse en casa. En la basílica, hubo patrullaje policial y vallas de metal para reforzar la directiva. Fue la primera vez que se canceló la peregrinación desde 1926, cuando un periodo de inestabilidad política sacudió a México.
Sin embargo, unos poquitos y firmes peregrinos hallaron la manera de continuar con la tradición que se ha llevado a cabo desde, al menos, tres siglos. Para la doctrina católica, en 1531, un campesino llamado Juan Diego recibió la visita de una aparición de la Virgen María. Pidió que se le construyera un santuario en su honor, pero, cuando Diego se acercó al obispo local, el clérigo no le creyó. Según la historia, la Virgen realizó un milagro e imprimió su imagen en la tela del ayate de Diego.
La capilla, erigida en 1666, se encuentra en el lugar de la aparición. Y lo que se cree es la prenda original, está dentro de un cuadro de oro dentro de la cavernosa basílica de la década de 1970, donde se ven pasar rápidamente docenas de peregrinos por minuto. Cierran sus ojos, murmuran plegarias furtivas y agradecen por los milagros de los últimos años. La imagen de la Virgen está tan arraigada en la cultura y la historia mexicana que se ha utilizado para todo, desde la revolución de 1810 contra los españoles hasta la lucha moderna contra los femicidios.
"Nuestra fe es más grande que esta enfermedad"
Unos pocos días antes de que la basílica cerrara este año, los peregrinos se filtraron para realizar una celebración temprana. Un sacerdote arrojó agua bendita a los que pedían una bendición. Inés Cruz Camilo sostuvo un gran tapete de la Virgen mientras usaba una mascarilla quirúrgica azul. Llegó a la mañana en un autobús de peregrinos desde Veracruz, una ciudad a 400 kilómetros de Ciudad de México. Planea regresar luego de una visita rápida a la basílica sin siquiera parar para desayunar.
"Volveremos al autobús así no nos infectamos".
Un día antes de que la Basílica de Santa María de Guadalupe cerrara, una familia cantaba "Las Mañanitas", una tradicional canción de cumpleaños mexicana, para la Virgen de Guadalupe. Normalmente, millones de peregrinos cantan al unísono mientras sale el sol el 12 de diciembre.
Una peregrina sostiene un rosario mientras reza frente a las vallas de metal que bloquean el acceso a la basílica y evitan que se acumulen grandes cantidades de personas.
La Iglesia permitió a los peregrinos dejar flores y velas afuera para que los empleados de la basílica las entraran. Las velas se iban a encender la noche anterior a la fiesta. Un pequeño puesto vendía velas envueltas con una etiqueta para que las plegarias y los nombres pudieran ser grabados directamente. Cuando ya había muchas velas, los trabajadores de la basílica las embalaban y las llevaban adentro.
En un lugar cercano, Leonor Yadira García y Bris Ángel Sosa encendían sus propias velas. Habían viajado desde Oaxaca para cumplir una promesa a la Virgen: visitarían su santuario una vez que se casaran y tuvieran su primer hijo. "Nuestra fe es más grande que esta enfermedad", confesó García. "[El virus] existe, pero sabemos que, ante Dios y por nuestras plegarias y súplicas [a la Virgen], ella nos protegerá".
Mientras el sol se ponía el 11 de diciembre, los empleados comenzaron a encender las más de 15.000 velas que irradiaban desde la basílica en los terrenos vallados de la iglesia. Rápidamente, un inusual y drástico cambio de clima los detuvo y las ráfagas de viento apagaban las llamas. Al principio, los empleados se rieron, pero luego la lluvia comenzó a caer y su risa se convirtió en queja. Corrieron bajo techo y dejaron muchas velas sin encender.
La luz de las filas de velas irradiaba desde los terrenos de la basílica y la acompañaban mantos de pasto cubiertos en tejidos brillantes. Solo podían entrar los empleados de la basílica y los medios de prensa.
En años normales, las multitudes nocturnas son tan grandes que las filas de voluntarios se entremezclan en el gran bulevar, dividiendo las muchedumbres mientras estas se abren paso hacia la basílica. Los padres atan a sus niños a cuerdas para que no se pierdan en las grandes multitudes.
El año pasado, el sacerdote mexicano Fermín Sosa Rodríguez se paró fuera de la tienda de regalos de la basílica y bendijo la gran cantidad de estatuillas y pinturas que los peatones le presentaban. "¿Cuán importante es [la Virgen]?", se preguntó. "Puedes darte cuenta por la cantidad de gente que hay afuera".
Este año, el día en que millones de peregrinos estarían formando fila para ingresar a la basílica, las calles estaban valladas y tranquilas. Unos pequeños grupos de devotos oraban en las entradas metálicas antes de ser dispersados por la policía y los funcionarios municipales.
Algunos peregrinos han participado de esta tradición desde que eran niños. Otros sueñan con ella, esperan y ahorran para hacer el viaje. Caminan durante días desde sus ciudades, o viajan en autobús, a pie, bicicleta o a caballo. Algunos llegan solos, otros en grupos de más de cien. El español, el inglés, el maya y los idiomas de Europa oriental se mezclan en un borroso bramido de devoción.
Usualmente, a medida que el sol sale en la mañana del día festivo, millones de voces se unen para cantar Las Mañanitas, una tradicional canción de cumpleaños mexicana, para la Virgen. Pero, este año, en el bulevar que conduce a la basílica, solo se pudo escuchar a Ana Rita Ruedas, una cantante de 64 años del estado de Jalisco. Estuvo sola, vestida con una capa bordada con la imagen de Juan Diego encontrándose con la Virgen, y cantó, como lo ha hecho durante los últimos 14 años.
No se podía asistir a misa, subir el cerro para orar en el lugar de la aparición u observar a los grupos de bailarines de todo México interpretar bailes prehispánicos con disfraces con pieles de animales.
Un grupo de voluntarios de rescate denominado Topos Adrenalina limpia las vallas que bloquean la entrada a la basílica luego de que los peregrinos vinieran a rezar allí, lo más cerca que pudieran estar del lugar sagrado.
En una misa en línea, un coro con distanciamiento social y con algunos de sus miembros con mascarilla cantó himnos; su líder fue el rector de la basílica. Se hizo una transmisión en vivo del ayate enmarcado de Juan Diego en la página de la basílica, donde un formulario también permitió se envíen peticiones que luego serían colocadas a los pies de la Virgen y quedarían allí una semana.
Fuera de la basílica, pequeños grupos de visitantes se acercaron con cautela a las vallas para rezar, se inclinaron en el metal helado y mantuvieron los rosarios entre sus dedos. Cuando se fueron, un grupo de voluntarios denominado Topos, conocidos por asistir en desastres naturales, llegó con solución desinfectante y spray para el metal.
Unos pocos peregrinos sacaron las vallas de las calles para acercarse a la basílica, pero se encontró con que las puertas eran impenetrables. Los pequeños grupos fueron dispersados por la policía y los funcionarios municipales. Una mujer gritó: "¡Viva la Virgen! ¡Viva México!", y un funcionario municipal se le unió. Luego utilizó el megáfono para ordenarle a la multitud que se dispersara.
Ana Rita Ruedas Arana ha participado en la peregrinación por 14 años. Hoy, con 64 años, está parada en el bulevar vacío fuera de la basílica y canta Las Mañanitas, una versión mexicana del "Feliz cumpleaños" a la Virgen de Guadalupe.
"Parecía como una película apocalíptica zombi", señala la fotógrafa mexico-estadounidense Alicia Vera, que documentó el vacío de una festividad típicamente caótica. Las tiendas que a menudo venden dulces, rosarios y otras baratijas estaban cerradas y un único vendedor pudo recaudar solo 100 pesos mexicanos (5 dólares estadounidenses). Pero sentenció que al menos era algo. Anteriormente, los visitantes se vestían por grupo de peregrinación para identificarse y cargaban reliquias grandes. Este año, unas pocas estatuillas de la Virgen se escapaban de las mochilas. Vera especula que aquellos que sí llegaban no querían llamar la atención.
Sin embargo, en este año inusual, algunos visitantes se sentían obligados a hacer su primera peregrinación. Samuel Álvarez Morales trabaja como terapeuta de enfermedades respiratorias con pacientes con COVID en un hospital en Ciudad de México. Luego de que su padre se recuperara por completo del virus, el joven de 22 años decidió visitar la basílica para agradecerle a la Virgen. Caminó por el bulevar con un cangurito negro y una gorra de lana que tapaba sus orejas. Una mascarilla blanca cubría su cara y, en sus manos, sostenía una pequeña estatuilla de la Virgen con rayos dorados que irradiaban desde su cuerpo.
"Mi familia está completa a pesar de esta pandemia global", indicó. "Quiero agradecerle por eso".
Alicia Vera es una fotógrafa mexico-estadounidense que vive entre Ciudad de México y Miami, FL. A través de su trabajo, explora la historia y la cultura en las comunidades marginalizadas y busca desmantelar estereotipos. Además, en el proceso, intenta entender mejor su experiencia y las de otros.