A 500 años de la caída del Imperio Azteca, México conmemora un aniversario controvertido
Durante generaciones, los niños mexicanos aprendieron la historia del "Árbol de la Noche Triste", donde se dice que Hernán Cortés, conquistador español, lloró después de que sus tropas fueran expulsadas de Tenochtitlán (en la actual Ciudad de México). Hoy, existen nuevas placas que describen al árbol (que casi se quemó en 1980 durante una celebración con fuegos artificiales) como el "Árbol de la Noche Victoriosa" o "Árbol de la Noche Feliz", e indican que "En este árbol lloró Hernán Cortés".
En una pequeña plaza en la Ciudad de México, se encuentran los restos de un enorme ciprés, cercados y alumbrados de noche por cuatro faroles. Un viejo cartel lo describe: “Este es el árbol donde lloró Hernán Cortés después de ser derrotado por los aztecas”.
Los mexicanos lo denominamos “El Árbol de la Noche Triste”, y lo estudiamos desde la escuela primaria con los libros de texto de historia que imprime el gobierno. Según cuenta la historia, en marzo de 1519, llegó a la costa del Golfo de México un grupo de españoles liderados por Hernán Cortés, un hombre obstinado e ingenioso, con conocimientos legales. Entraron en contacto con los poderosos aztecas del centro de México y, después de intercambiar mensajes y obsequios, se dirigieron al Valle de México y la capital azteca de Tenochtitlán (centro de la Ciudad de México).
En este mapa collage, realizado por la fotógrafa Eunice Adorno, aparecen fotografías de archivo de importantes rutas y monumentos antiguos en Tenochtitlan, así como de momentos de la historia de la ciudad. La base del mapa es un plástico azul muy utilizado por los comerciantes modernos de la Ciudad de México y representa las aguas sobre las que se estableció Tenochtitlan hace unos 700 años.
Plano de 1556 de la ciudad isleña de Tenochtitlán.
Vista del municipio de Iztapalapa en la Ciudad de México. Las tropas de Cortés avanzaron por esta zona hace 500 años para llegar al bastión azteca de Tenochtitlan.
El propio Moctezuma, tlatoani azteca (emperador) fue quien dio la bienvenida a los foráneos. Por eso, según nuestros libros de texto, los europeos pudieron moverse libremente, y admirar los lujosos edificios y jardines flotantes de una ciudad construida sobre una isla rodeada por cinco lagos interconectados. Desde lo alto del templo más grande de Tenochtitlán, el Templo Mayor, los visitantes contemplaron docenas de ciudades-estado a lo largo de las orillas. En el pasado, algunas de estas ciudades-estado habían sido rivales de los aztecas, pero en el siglo XVI, Tenochtitlán se convirtió en la potencia dominante.
Sin embargo, los visitantes extendieron su estadía. Por desconfianza y problemas de comunicación, el 22 de mayo de 1520 los españoles lanzaron un ataque repentino contra un grupo de aztecas desarmados durante una ceremonia en el Templo Mayor. Los formidables guerreros aztecas se defendieron, y expulsaron a los intrusos de su ciudad isleña (y a algunos les provocaron la muerte). Durante esta caótica retirada, murieron más de la mitad de los españoles. Finalmente, alejados ya de Tenochtitlán, Cortés y sus tropas, se detuvieron en un bosque de cipreses para recuperar energías, y allí, según nuestros libros de texto y lecciones de historia, el derrotado líder español se sentó a llorar al pie del famoso árbol.
Sin embargo, esta victoria azteca no duró para siempre. Al año siguiente, Cortés regresó con un ejército de soldados españoles y decenas de miles de aliados indígenas. Después de un largo asedio que dejó a la isla desprovista de agua, y luego de un ataque desde múltiples frentes, como embarcaciones costeras equipadas con piezas de artillería, Tenochtitlan terminó rindiéndose a los españoles y sus aliados el 13 de agosto de 1521, hace 500 años.
Pintura de la colección de la Embajada Británica en México que ilustra la retirada de Cortés de Tenochtitlán en mayo de 1520. Según la tradición, tras la derrota, Cortés se sentó bajo un ciprés y lloró.
"La conquista de Tenochtitlán", de un pintor desconocido, es uno de los ocho paneles de la Biblioteca del Congreso que describen los eventos de 1521. Pintado 150 años después, revelan otra visión de finales del siglo XVI sobre la colonización española de México.
Este verano, visité el "Árbol de la Noche Triste" y observé los preparativos para el fatídico aniversario. En la plaza, estaban colocando un nuevo cartel que describía el famoso árbol como el “Árbol de la Noche Victoriosa”, revelando un radical cambio de perspectiva.
Debajo de esta nueva descripción en español, el letrero incluía otra leyenda aún más sorprendente en náhuatl, el idioma de los aztecas que todavía hablan más de un millón de indígenas en el centro y sur de México: “Quautli in Yohualli Paquiliztli, nican ochoca” o “Árbol de la Noche Feliz, aquí lloró Hernán Cortés".
Elegir las palabras correctas
La escena de manual que describe la victoria de una banda de valientes europeos sobre el imperio indígena más poderoso de las Américas puede tener un gran potencial cinematográfico, pero siempre ha sido una descripción controvertida, en especial para nosotros los historiadores profesionales. Los académicos no suelen tener un punto de vista unánime, pero está claro que entender los eventos de hace 500 años como un choque binario entre “españoles” y “nativos” es totalmente incorrecto.
Más bien, en la guerra que se desarrolló entre 1519 y 1521 se vieron envueltas múltiples ciudades-estado mesoamericanas independientes como Cempoala, Tlaxcala y Texcoco, organizadas en coaliciones en constante cambio, en una de las cuales participaban un número de españoles. Cortés y sus conquistadores representaban como mucho uno o dos por ciento de las fuerzas combatientes.
A raíz de estas reflexiones, los políticos y la sociedad en general, hoy buscan otras formas para interpretar y referirse a lo que sucedió ese verano de 1521: ¿Fue la Conquista de México? ¿Una guerra mesoamericana? ¿El encuentro de dos mundos? ¿Un genocidio?
La pandemia de COVID-19 ha arrasado con México, y obligó el cierre de museos y exhibiciones que en otras circunstancias habrían sido los escenarios del quincuagésimo centenario. De todos modos, las autoridades federales y de la ciudad han organizado eventos conmemorativos, especialmente en el zócalo, o plaza principal de la Ciudad de México, donde se dió a conocer un modelo de más 13 metros pies del Templo Mayor completo con iluminación de última generación, a solo unos doscientos metros de las ruinas del original.
Maqueta gigante del principal templo azteca, el Templo Mayor, en la plaza central de la Ciudad de México, construida para conmemorar el 500 aniversario de la caída de Tenochtitlán. Las ruinas del antiguo Templo Mayor se encuentran justo al lado de la plaza.
Un bailarín vestido con plumas frente a la Catedral Metropolitana del siglo XVI en el zócalo o plaza principal de la Ciudad de México. Todos los años, los bailarines conmemoran la fundación de Tenochtitlán.
Jaime y Valeria posan en la histórica calle Corregidora de la Ciudad de México. La pareja participa con entusiasmo de bailes tradicionales en el centro de la Ciudad de México.
Esculturas cubiertas para protegerlas de la lluvia en una sección del Templo Mayor. Una tormenta de granizo en abril de este año averió el techo del sitio, y partes del templo han quedado expuestas.
Los mexicanos han optado por recordar el aniversario a su manera. Ya sea en el Árbol, el Templo Mayor o en cualquier otro lugar de la Ciudad de México, me encontré con hombres y mujeres ataviados con parafernalia precolombina, bailando y practicando limpias (limpiezas espirituales). Algunos de estos artistas estaban allí simplemente para ganar algo de dinero, con las propinas por sus bailes y los trabajos de limpieza espiritual. Pero muchos de ellos también estaban interesados, en mayor o menor medida, en mantener vivas las tradiciones mesoamericanas, y particularmente, las aztecas. Algunos estudian la lengua náhuatl, leen historia y tratan de dilucidar esos antiguos sucesos.
Una mañana, en el Templo Mayor, hombres y mujeres se reunieron frente a las ruinas después de haber pasado la noche al aire libre, bajo la lluvia, para honrar a Cuitláhuac, el hermano menor de Moctezuma y un reconocido guerrero que había gobernado Tenochtitlán por un corto periodo tras la muerte de Moctezuma. Bajo una lluvia incesante, armaron una especie de dosel y dispusieron velas, copal, ofrendas de comida y flores. Por la zona merodeaban algunos Xoloitzcuintli, perros sin pelo descendientes de razas precolombinas que casi acaban desapareciendo con la llegada de los europeos. En un costado, había pancartas con la imagen de Cuitláhuac y más flores. El baile comenzó alrededor del mediodía, al ritmo de incesantes tambores que iban convocando a los espectadores. Durante una breve pausa, un anciano se acercó al público y anunció: "Nunca perdió una batalla contra los españoles".
Los españoles en esta historia
Cortés murió en España en 1547, pero sus restos fueron enviados a México, tal como él había dispuesto en su última voluntad y testamento. Después de varios traslados, terminaron en un hospital en el centro de la Ciudad de México, a solo tres cuadras del Templo Mayor. Algunas tradiciones históricas afirman que fue por estas tierras donde Cortés y Moctezuma se encontraron por primera vez.
El propio Cortés había fundado el Hospital de Jesús en 1524 y, actualmente el establecimiento continúa de pie. Este año, sin embargo, está prohibido el acceso al edificio a pesar de su importancia histórica. “Por la pandemia, solo los pacientes pueden ingresar”, respondió una recepcionista cuando le pregunté si podía entrar para ver un busto de Cortés que hay en un patio interior.
La Calzada de los Misterios, también conocida como Calzada del Tepeyac, era una de las tres grandes vías que conducían a la capital de la isla, Tenochtitlán. El monumento que celebra los Misterios del Rosario fue construido durante la época colonial.
Los visitantes descansan sobre un monumento a Cortés en el paso de Cortés en Amecameca, a unas 56 km al este de la Ciudad de México. Sus tropas cruzaron el paso, a 3600 m sobre el nivel del mar, para llegar a Tenochtitlán.
En una esquina del Antiguo Palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, hoy Museo de la Ciudad de México, se ve una escultura de serpiente que en el pasado adornó una pirámide azteca.
Un santuario a Ehecatl, un dios mesoamericano del aire y los vientos, en la estación de metro Pino Suárez en la Ciudad de México (donde fue descubierto). En la estación de metro hay venta de ropa y otros productos.
Es posible que se trate del único busto público del conquistador en todo México. Desde que México logró su independencia de España a principios del siglo XIX, Cortés brilló por su ausencia, aunque todavía proyecta una larga sombra histórica. Muy pocas calles o lugares llevan su nombre. Hace unos 40 años se erigió una estatua de Cortés en el barrio de Coyoacán, pero los vecinos se quejaron y le tiraron pintura. La estatua no duró mucho tiempo.
Recientemente, otros conquistadores españoles han sido cuestionados de manera similar. A pocas cuadras del Árbol, existe una calle llamada "Puente de Alvarado", que lleva el nombre del conquistador español Pedro de Alvarado quien, según las primeras crónicas, fue quien ordenó el ataque repentino de 1520 contra los aztecas en Tenochtitlán. Sin embargo, a principios de este año, la alcaldesa de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, planteó indignada: "¿Cómo es posible que tengamos una calle llamada Puente de Alvarado cuando Alvarado fue el principal autor de la masacre en el Templo Mayor?" La calle ahora se ha rebautizado "Calzada México-Tenochtitlán".
Pero los españoles del siglo XVI eran expertos a la hora de escribir la historia, especialmente el propio Cortés, un gran oportunista. Su Segunda Carta al Rey de España, publicada por todo Europa y citada por historiadores, es un paradigma de la narración selectiva, la exageración y la mentira descarada. Cuando escribió su carta a fines de octubre de 1520, Cortés y sus seguidores seguían con la herida abierta a cuatro meses de su caótica retirada de Tenochtitlán y la “Noche Triste” (ahora “Victoriosa” o “Feliz”). No obstante, el líder español se jactaba de haberse ganado un reino magnífico, y le asegura al rey que "puede intitularse emperador de él".
En este grabado de 1807, se proyecta al emperador azteca Moctezuma rindiéndose ante Cortés.
Plano de Tenochtitlán de 1524 que acompañó las primeras publicaciones europeas de las cartas de Cortés al rey español.
Un punto de inflexión global
En las décadas y siglos posteriores a ese verano decisivo de hace 500 años, España llegó a gobernar lo que hoy es México, América Central y partes de los Estados Unidos; y, eventualmente, gran parte del hemisferio occidental. El imperio europeo más poderoso de la era moderna temprana supo explotar esta gran región a través de actividades que iban desde la extracción de minerales y productos vegetales hasta la esclavización total de los pueblos indígenas. Entre 1500 y 1800, alrededor del 80 por ciento de toda la plata producida en el mundo provenía de las minas del Nuevo Mundo. Para llevar a cabo la prodigiosa actividad extractiva, según mis estimaciones, se deben de haber esclavizado entre 2,5 y 5 millones de nativos americanos en el continente americano entre la llegada de Colón y principios del siglo XX.
Más allá de estas terribles consecuencias para América, la conquista europea del continente americano tuvo repercusiones dramáticas para el resto del mundo. Con los recursos extraídos del continente los europeos tenían con qué liderar la revolución industrial y ganar ascendencia global hasta hace muy poco. En los siglos XVI, XVII y XVIII, partes de China, Japón e India alcanzaron niveles de desarrollo tecnológico e institucional comparables a los de Europa. Sin embargo, la explotación de América, que comenzó efectivamente con la conquista de México, impulsó el crecimiento poblacional y económico de algunas partes del Viejo Mundo, y les permitió tomar ventaja con respecto al resto del mundo.
Los bici-taxis esperan clientes en Amecameca, México. La colonización española de México provocó una rápida fase de globalización que continúa hasta el día de hoy.
Con la conquista española, México también paso a ser un gran puente entre Oriente y Occidente. Apenas nueve meses después de la caída de Tenochtitlán, el propio Cortés estableció una cabeza de playa en la costa del Pacífico. "He empezado la construcción de barcos y bergantines para explorar los secretos de la costa", le escribió al emperador en 1522; "y esto, sin duda, revelará cosas maravillosas". En 1527-1528, Cortés lanzó una expedición desde México a Asia. En la década de 1560, los galeones españoles conectaban Asia con el continente americano, fundando el mundo que conocemos hoy.
Narrativa nacional
Cuando me reuní con mi familia y amigos en la Ciudad de México, noté que a muy pocos de ellos les interesaba hablar sobre el quincuagésimo centenario. La COVID-19 ha provocado la peor crisis económica de México desde la década de 1930, y el tema de conversación giraba en torno a la pérdida de empleos, la inseguridad en las calles o los planes para mudarse a lugares más prósperos.
Pero algunos sí se preguntaban por la gran proliferación de aniversarios durante este fatídico año pandémico. Si bien los mexicanos entienden que la destrucción de la magnífica ciudad-estado de los aztecas en 1521 no amerita festejos, celebran el fin de las guerras de independencia entre México y España en septiembre de 1821. Por lo tanto, los quinientos años de la Conquista coinciden con los 200 años de la Consumación de la Independencia; el primer suceso, una tragedia conmemorada en agosto y el segundo, una fiesta reservada para septiembre.
Como si esto fuera poco, el presidente mexicano y las autoridades de la Ciudad de México agregaron un tercer aniversario importante a este año: 700 años desde la fundación del Imperio Azteca en mayo de 1321 (aunque la fecha sigue siendo controvertida, pues las primeras fuentes son inexactas y, a veces, se refieren a 1325 en lugar de 1321).
Códice Mendoza del siglo XVI en el que se puede ver el escudo de armas de México.
Es importante mencionar que hay una lógica obvia en esta cadena de tres grandes conmemoraciones consecutivas. En la narrativa taquigráfica de la nación, México comenzó a tomar forma hace unos setecientos años, cuando los migrantes indígenas llegaron al Valle de México y vieron a un águila devorando una serpiente en una isla en medio de un lago, una escena que se recuerda hoy en la bandera mexicana. Hace quinientos años, sin embargo, la nación fue conquistada por España; y hace 200 años, finalmente, fue recuperada de manera gloriosa.
Nuevas tradiciones y significados
Mientras tanto, en las calles de México, hombres y mujeres continúan interpretando estos hitos históricos a su manera, con nuevas tradiciones y significados. Este proceso es quizás más evidente en la pequeña plaza del "Árbol de la Noche Victoriosa". A pesar de que, tras un accidente con fuegos artificiales en 1980, el ciprés quedó incinerado, aún sigue atrayendo visitantes y suscitando reinterpretaciones.
Hace poco, en un festival en la plaza a fines de junio, una organizadora comunitaria llamada Amalia Rosas ofreció un taller sobre alimentos previos al contacto. En una era en la que los mexicanos registran una de las cifras más altas de obesidad y diabetes del mundo, Rosas instó a los asistentes a abandonar los alimentos procesados y volver a los frijoles, la calabaza, el maíz y otros alimentos saludables de nuestros antepasados precolombinos.
También se inauguró un nuevo mural en la plaza, que muestra a los españoles huyendo de la ciudad-isla de Tenochtitlán mientras que los indígenas les transportan sus cargas pesadas, y los propios conquistadores intentan defenderse de los ataques de los guerreros aztecas. “Cuitláhuac desató la ofensiva” —explica el texto—, y los españoles huían cargados de oro”.
Sin embargo, otros mexicanos siguen mostrando escepticismo. Durante una de mis visitas, vi a una pareja de ancianos caminado cerca de los restos del árbol. Mientras el hombre tomaba fotografías del árbol carbonizado, la mujer leía la nueva placa que describía el sitio como un lugar de victoria y felicidad. Luego comentó con nostalgia, como hablándose a sí misma: "Se ha manipulado tanto la historia".