¡Fin del misterio! Acabamos de saber de dónde vino el asteroide que acabó con los dinosaurios
Ilustración de la extinción de los dinosaurios. Los primeros mamíferos y una manada de dinosaurios Edmontosaurus observan cómo el asteroide Chicxulub se precipita hacia la Tierra. Este asteroide, que impactó en lo que hoy es la península de Yucatán (México) hace aproximadamente 66 millones de años, provocó la extinción de los dinosaurios.
El período Cretácico (que contó con la presencia de los dinosaurios) terminó con un terrible desastre que tuvo su origen más allá de Júpiter. Un asteroide de más de diez kilómetros de ancho se estrelló contra la prehistórica América Central, desencadenando un pulso de calor global y años de invierno que acabaron con más del 60 % de las especies conocidas.
Fue el famoso fin de los dinosaurios no avianos, como el Tyrannosaurus rex y el Triceratops, así como de los pterosaurios voladores, los mosasaurios marinos y otros reptiles.
Ahora los geólogos han identificado la procedencia del devastador asteroide. El inmenso trozo de roca no orbitaba cerca, sino que había viajado a través de nuestro sistema solar en su trayectoria de colisión.
El impacto dejó tras de sí un cráter gigantesco conocido como Chicxulub, bajo la costa mexicana. Uno de los primeros signos del impacto que observaron los geólogos fue un pico global de un metal llamado iridio en la capa de roca que divide el Cretácico del periodo siguiente, el Paleógeno. La capa rica en iridio se conoce como el límite K/Pg, y un metal similar en las mismas rocas ha proporcionado la huella geológica de la procedencia del asteroide. El metal clave es el rutenio.
Al igual que el iridio, el rutenio es un metal poco común en la corteza terrestre, pero que suele encontrarse en meteoritos y asteroides. Las rocas del límite de extinción tienen elevados niveles de rutenio. Sin embargo, lo que hace que el rutenio sea clave es que los niveles de isótopos, o versiones diferentes del elemento, varían entre meteoritos de distintas partes de nuestro sistema solar.
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“La idea de este estudio nació de la idea de que si se pueden distinguir distintos tipos de meteoritos según sus composiciones isotópicas de rutenio, y si el enriquecimiento de elementos como el rutenio en la capa límite es de origen extraterrestre, los datos isotópicos de rutenio de las muestras de la capa límite proporcionarían información sobre el tipo de impactador”, sostiene el autor del estudio y geólogo de la Universidad de Colonia (Alemania) Mario Fischer-Gödde.
Los meteoritos que se encuentran cerca del Sol, por ejemplo, tienen firmas químicas diferentes a las de los meteoritos que se encuentran en la parte exterior de nuestro sistema solar. Son estas variaciones las que permitieron a Fischer-Gödde y sus colegas determinar de dónde procedía el objeto que impactó en Chicxulub.
El nuevo análisis, publicado el 15 de agosto en Science, identifica al asteroide que desencadenó la extinción como un meteorito de condrita carbonácea que se formó en la parte exterior de nuestro sistema solar. Los expertos se refieren a estos trozos de roca espacial como asteroides de tipo C.
“Es un trabajo fantástico”, considera el astrofísico Steven Desch, de la Universidad Estatal de Arizona (Estados Unidos), que no participó en el nuevo estudio. Los nuevos datos aportan pruebas sorprendentes de que el asteroide desencadenante de la extinción fue una condrita carbonácea, señala, y no un cometa u otro posible impactador.
La firma de rutenio dejada por el asteroide de Chicxulub difiere de la de otros cráteres de impacto incluidos en el estudio. Las otras muestras, con una antigüedad comprendida entre 36 y 470 millones de años, correspondían a asteroides de tipo S que se formaron en el interior del sistema solar. “Es un descubrimiento asombroso”, destaca Desch, ya que los datos acotan de dónde proceden otros meteoritos que han dejado su huella en la Tierra. Los impactadores han procedido de distintas partes de nuestro sistema solar y no de un único depósito.
Además de identificar el origen del asteroide de Chicxulub, el nuevo estudio subraya que fue realmente el impacto de un asteroide lo que causó el desastre a finales del Cretácico. Enormes volcanes llamados Traps del Decán entraron en erupción en la antigua India antes y después de la llegada del asteroide y hasta hace poco se consideraban un factor desencadenante de la extinción.
Pero los patrones de iridio, rutenio y elementos similares en la capa límite no concuerdan con la roca basáltica formada por las erupciones prehistóricas y, en cambio, se corresponden mejor con un impacto masivo de una roca espacial. De hecho, investigaciones anteriores indican que los gases de efecto invernadero emitidos por Traps del Decán probablemente suavizaron el invierno de impacto que siguió al choque del asteroide y mitigaron sus secuelas.
Cómo pasó el asteroide de flotar en el espacio a desencadenar una catástrofe para la vida en la Tierra sigue siendo una incógnita. Según Fischer-Gödde, al principio de la historia de nuestro sistema solar, la gravedad atrajo a la mayoría de las rocas espaciales del tamaño de asteroides para formar planetas y lunas. El asteroide de Chicxulub debió de escapar de algún modo a este destino.
“El asteroide del impacto (de Chicxulub) se mantuvo en una órbita estable hasta hace 66 millones de años”, afirma Fischer-Gödde. En algún momento desconocido antes del impacto, la migración de Júpiter a través del espacio pudo haber sacado al asteroide de su órbita y enviarlo en un disparo entre un millón hacia la Tierra.
Los hallazgos hacen que el impacto de finales del Cretácico sea único en la historia de la Tierra. “Alrededor del 80% de los meteoritos que impactan contra la Tierra proceden de asteroides de tipo S”, es decir, del interior del sistema solar, explica Fischer-Gödde. El asesino de dinosaurios era diferente, una parte lejana del sistema solar que vino de visita desafortunada.
Las aves fueron los únicos dinosaurios que sobrevivieron, e incluso grupos considerados supervivientes, como los mamíferos y los lagartos, sufrieron grandes pérdidas. La vida en la Tierra no sería la misma hoy en día sin el impacto, un raro acontecimiento fortuito que acabó con muchas formas de vida antigua y permitió florecer a los supervivientes, incluidos nuestros primeros antepasados primates.