Gana impulso un tratado internacional para regular la contaminación plástica
Incluso los fabricantes están interesados en las normativas internacionales sobre los residuos plásticos que disiparían las inconsistencias entre países.
Se proyecta que la contaminación plástica en el océano se triplicará para el año 2040, lo que aumentará la urgencia de encontrar una solución global.
La simple bolsa de plástico ha llegado a simbolizar el creciente problema mundial con los desechos plásticos. Sin embargo, a nivel mundial, existen siete definiciones de lo que se considera una bolsa de plástico, lo que complica las iniciativas para reducir su proliferación.
Prohibir las bolsas, así como otros envases de plástico, es la solución más implementada para controlar los desechos plásticos. Hasta la fecha, 115 países han adoptado ese método, pero de diferentes formas. En Francia, se prohíben las bolsas de menos de 50 micrones de grosor. En Túnez, las de menos de 40 micrones de grosor.
Este tipo de diferencias crea lagunas que permiten que las bolsas ilegales lleguen a los vendedores ambulantes y a los puestos de mercado. Kenia, que aprobó la prohibición de bolsas más estricta del mundo en el 2017, ha tenido que lidiar con las bolsas ilegales introducidas de contrabando desde Uganda y Somalia. También Ruanda.
Asimismo, millones de mosquiteros que Ruanda importó de Estados Unidos llegaron en envases de plástico cuyo contenido químico no se reveló, incluso después de que un reciclador ruandés lo preguntara. Esto impidió su reciclaje.
Para las empresas multinacionales como Nestlé, que vende productos alimenticios en 187 países, eso significa cumplir con 187 normativas nacionales diferentes sobre envases de plástico.
Estos son solo tres ejemplos de cientos de políticas contradictorias, inconsistencias y falta de transparencia que están incrustadas en el comercio mundial de plásticos de formas que dificultan el control de la acumulación creciente de residuos plásticos del mercado. Las definiciones no solo difieren de un país a otro, sino que tampoco existen reglas globales para prácticas tales como determinar qué materiales plásticos se pueden mezclar en un producto; eso crea una pesadilla potencial para el reciclaje. No existen métodos aceptados internacionalmente para medir los desechos plásticos que se derraman en el medio ambiente. Sin estándares uniformes ni datos específicos, el trabajo de solucionar todo se vuelve esencialmente imposible.
Pero ahora, la ayuda puede estar en camino. Está creciendo el apoyo a un tratado internacional para abordar los desechos plásticos. Al menos 100 países ya han expresado su apoyo a un tratado sobre el plástico y aquellos involucrados en los debates preliminares creen que uno podría aprobarse a un ritmo que podría marcar la diferencia, tanto como el histórico Protocolo de Montreal de 1987 que evitó el agotamiento del ozono estratosférico.
“Principalmente, los gobiernos no podrán hacer lo que se supone que deben hacer si no pueden contar con una asociación internacional y con un marco internacional. No va a funcionar”, afirma Hugo-Maria Schally, jefe de la unidad de cooperación ambiental multilateral de la Comisión Europea. “Es un problema concreto que requiere una solución específica y un acuerdo global la proporcionará”.
El mensaje de Schally a la industria es directo: "Puedes trabajar con las políticas públicas (para hacer que) el plástico sea sostenible y eso significa que puedes ser parte de la solución, o puedes ponerte a la defensiva y luego ser parte del problema".
Aumento de los residuos
El principal argumento en contra de tratar de impulsar un tratado a través de las Naciones Unidas y de sus 193 estados miembros es que las negociaciones pueden prolongarse durante una década o más y en el tema de los plásticos, hay poco tiempo que perder.
Cada año se generan nuevos residuos plásticos a un ritmo de 303 millones de toneladas (275 millones de toneladas métricas). Hasta la fecha, el 75 por ciento de todo el plástico producido se ha convertido en desperdicio y se espera que la producción se triplique para el año 2050. Una nueva investigación realizada este año sugiere que además se espera que la acumulación de desechos plásticos en los océanos se triplique para el año 2040 a un promedio de 32 millones de toneladas (29 millones de toneladas métricas) al año.
Con cifras como estas, no es de extrañar que ninguna de las naciones que contribuyen más significativamente a los desechos plásticos al medio ambiente haya podido controlar sus desechos mal administrados. Y aunque los tratados internacionales toman tiempo, ningún problema ambiental de esta magnitud se ha abordado de manera significativa sin uno.
La contaminación por plástico ha estado en la agenda de las Naciones Unidas desde el año 2012. En el año 2019, cuando la Asamblea Ambiental de la ONU se reunió por última vez cara a cara en Nairobi, las conversaciones sobre los residuos plásticos fueron obstaculizadas principalmente por Estados Unidos, que se opuso a un tratado vinculante. El único acuerdo que surgió fue un acuerdo de seguir abordando el tema.
Durante la última década, el panorama ha cambiado drásticamente. “En el año 2015, ningún país había expresado interés en lograr un tratado internacional”, afirma Erik Lindebjerg, quien encabeza la campaña de residuos plásticos del Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund. WWF, por sus siglas en Inglés) desde Oslo. Ayudó a supervisar la publicación The Business Case for a UN Treaty on Plastic Pollution, un informe preparado en colaboración con la Fundación Ellen MacArthur que detalla cómo un tratado podría resolver una variedad de problemas comerciales. "En cierto modo, hemos llegado a un punto de saturación, por lo que de repente ves impactos en todas partes".
La industria también ha revertido su oposición
"Hemos cambiado nuestra postura a medida que la situación evolucionaba", afirma Stewart Harris, directivo del American Chemistry Council (Consejo Americano de Química. ACC, por sus siglas en Inglés) que habla en nombre del International Council of Chemical Associations (Consejo Internacional de Asociaciones Químicas), una asociación internacional de química de la que el ACC es miembro.
“Nos preocupaba el elemento vinculante de un [tratado] internacional. Sentimos que aún no estábamos preparados para eso”, afirma. “Y ahora eso ha cambiado. Ahora sí creemos que se necesita un instrumento global que nos ayude a lograr la eliminación de residuos en el medio ambiente y ayude a las empresas a lograr compromisos voluntarios”.
¿Qué hay sobre la mesa de las negociaciones?
Ya se están llevando a cabo conversaciones preliminares, todas dirigidas a la próxima reunión en persona en Nairobi, donde se espera que se pueda llegar a un acuerdo para avanzar en las discusiones sobre el tratado.
Tradicionalmente, los países escandinavos han realizado debates sobre los residuos plásticos, con Noruega, como actual presidente de la Asamblea Ambiental de la ONU, a la cabeza. Pero otros grupos de países se han reunido y han impulsado la conversación. Ecuador, Alemania, Ghana y Vietnam han celebrado varias sesiones, con otra prevista para septiembre. Los pequeños países insulares, inundados por los desechos plásticos a la deriva y con mucho que perder con el cambio climático, han llevado a cabo sus propios debates preliminares.
El objetivo general de las primeras charlas ha sido establecer una fecha específica para evitar que el plástico se derrame en los océanos. El resto de la agenda se centra en cuatro temas: un conjunto armonizado de definiciones y estándares que eliminarían inconsistencias como la definición de bolsa plástica; la coordinación de objetivos y planes nacionales; el acuerdo sobre normas y metodologías de presentación de informes; y la creación de un fondo para construir instalaciones de gestión de desechos donde más se necesitan en los países menos desarrollados.
Christina Dixon, especialista en océanos de la Environmental Investigation Agency (Agencia de Investigación Mediombiental), una organización ambiental sin fines de lucro con sede en Londres y Washington, afirma que los métodos existentes para administrar el mercado del plástico no son sostenibles. “Necesitamos encontrar una manera de ver el plástico con una lente global. Tenemos un material que está contaminando durante todo su ciclo de vida y más allá de las fronteras. Ningún país es capaz de afrontar el desafío por sí solo".
El poder del público y del diálogo
La opinión pública también está impulsando cambios. La contaminación plástica se ubica como una de las tres preocupaciones ambientales más urgentes, junto con el cambio climático y la contaminación del agua, según una encuesta realizada en el 2019 incluida como caso en el Informe del Tratado de la ONU. Los jóvenes activistas que salieron a las calles en el 2019 para protestar por la falta de acción sobre el clima han estado prestando atención a los desechos plásticos. Estudios de múltiples industrias muestran que la Generación Z y los Millennials están impulsando a los fabricantes de productos de consumo hacia prácticas de sostenibilidad.
Entonces, ahora el asunto es simple: los lados opuestos están hablando entre sí.
En el año 2019, Dave Ford, un ex ejecutivo de publicidad cuya compañía había hospedado a líderes corporativos en costosos viajes a la Antártida, África y lugares similares, decidió organizar un crucero y una charla de cuatro días desde las Bermudas hasta el Mar de los Sargazos para 165 personas que trabajaban con el desperdicio plástico. La lista de pasajeros varió desde ejecutivos de Dow Chemical hasta Greenpeace. En un movimiento diseñado para obtener la máxima publicidad, un activista de Greenpeace compartió habitación con un ejecutivo de Nestlé, lo que se conoció a bordo como dormir con el enemigo.
La estrategia funcionó. Muchos miembros del crucero todavía están hablando entre ellos y las tensiones que se habían ido acumulando se disiparon.
"Lo que estamos tratando de hacer es que todas las partes históricamente peleadas entre sí entiendan dónde se sientan todos", dice Ford. "En muchos casos, pueden estar más cerca de lo que creen".