Día de la Tierra: los recolectores de semillas y hierbas que protegen el Cerrado brasileño de la desaparición
Agricultores familiares y quilombolas de toda la Chapada dos Veadeiros trabajan para restaurar zonas del bioma considerado la "cuna de las aguas" de Brasil. Su objetivo: plantar tantas semillas como estrellas hay en el cielo.
Claudomiro Cortés es el creador de una asociación que coordina a 200 familias de recolectores de semillas autóctonas del Cerrado. Las semillas recogidas, principalmente gramíneas y pastos, se utilizan en proyectos de restauración de zonas degradadas. En la foto, Cortés sostiene una rama de hierba mulungu (Andropogon leucostachyus), también conocida como capim colchão.
Todos los fines de semana, Adelice Faria da Silva (51) se levanta al amanecer y agarra su tienda de campaña y todo lo que necesita para pasar el día al aire libre. Se adentra en la selva de la Chapada dos Veadeiros, en el corazón del Cerrado brasileño (una amplia ecorregión de sabana tropical) para desempeñar una función única: ayudar a rescatar los manantiales de algunos de los principales ríos del país, que están justo ahí, en su barrio.
"Cada año que pasa vemos más lugares con falta de agua. Y antes había tanta", lamenta Faria da Silva en una entrevista a National Geographic, quien recuerda los diversos manantiales y arroyos que bañan la región de Teresina de Goiás, donde vive y trabaja como recolectora de semillas.
Faria da Silva es parte de las 200 familias que se han unido a la Asociación Cerrado de Pé, una organización sin ánimo de lucro de recolectores de semillas autóctonas del Cerrado que viven en los municipios y comunidades que rodean el Parque Nacional de Chapada dos Veadeiros, en el estado de Goiás.
Adelice da Silva, a la derecha, acompañada de dos amigas en un día de recogida.
Las toneladas de semillas de gramíneas, hierbas, arbustos y árboles recogidas se utilizan en proyectos e iniciativas para recuperar zonas degradadas del bioma del Cerrado, conocido como la "cuna de las aguas" de Brasil. "Es un trabajo importante para mí y para todos los que vivimos aquí. Si hay una forma de recuperar cómo era antes, de hacer que el agua vuelva, vale la pena intentarlo", comenta la recolectora, que también trabaja como cocinera en una escuela pública del municipio.
Cerrado: la reserva de agua de Brasil
El sobrenombre del Cerrado entre los biomas brasileños no es en vano. Ocupa el 24% del territorio nacional y, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), es fundamental para el abastecimiento de recursos hídricos en todo el país. Los ríos que nacen en el Cerrado alimentan seis de las ocho principales cuencas hidrográficas de Brasil.
De acuerdo a la información de la Rede Cerrado, asociación sin ánimo de lucro que funciona desde hace más de 30 años y está formada por más de 50 organizaciones de la sociedad civil, la contribución hídrica del bioma al caudal de la cuenca del Paraná, por ejemplo, alcanza el 50%. Los manantiales de la región también contribuyen a la cuenca del Tocantins (62% del caudal) y al río San Francisco (94% del caudal). La red señala también que el Pantanal, bioma inundable casi en su totalidad y uno de los santuarios de la biodiversidad brasileña, depende totalmente del agua procedente del Cerrado.
Además, el Cerrado alberga parte de ocho de las doce regiones hidrográficas brasileñas y es donde se encuentran tres de los principales acuíferos del país: Bambuí, Urucuia y Guaraní.
Pero este papel de "reserva de agua de Brasil" está amenazado. Según datos de MapBiomas, una red de investigación colaborativa que vigila la cubierta y el uso del suelo, la superficie del agua y las cicatrices que dejan los incendios en los biomas brasileños, el Cerrado ha perdido 970 000 hectáreas de vegetación típica de humedal entre 1985 y 2021, lo que equivale al 12% de todos sus humedales.
"Los campos húmedos y las veredas prácticamente ya no tienen color, las cascadas disminuyen y los manantiales se secan. Si no hacemos algo ahora, pronto no quedará nada que salvar", lamenta Claudomiro de Almeida Cortés, creador y presidente de la Asociación Cerrado de Pé, que cuenta con cientos de familias recolectoras de semillas autóctonas y proyectos de restauración en la ecorregión.
Cada año, la Asociación Cerrado de Pé recoge, por término medio, 10 toneladas de semillas autóctonas de Cerrado. Para 2023, el objetivo es recoger 15 toneladas, según el presidente de la institución.
Cómo la cosecha de semillas puede salvar el Cerrado
Creado en 2012 a partir de un grupo de 66 recolectores voluntarios, Cerrado de Pé cuenta actualmente con 200 familias de comunidades de los alrededores del Parque Nacional de Chapada dos Veadeiros: el Asentamiento Silvio Rodrigues, Vila de São Jorge, Colinas do Sul, Alto Paraíso de Goiás, Teresina de Goiás, Cavalcante, São João d'Aliança y comunidades del Territorio Kalunga Quilombola.
Compuesto por un 77% de mujeres, el contingente de recolectores recoge, procesa, almacena y vende semillas de más de 100 especies de plantas del Cerrado. Jatobá (Hymenaea courbaril), pequi (Caryocar brasiliense), baru (Dipteryx alata), jacarandá (Jacarandá), mangaba (Hancornia speciosa), babaçu (Attalea speciosa) y bacuri (Platonia insignis) son algunas de las especies nativas que los voluntarios aprenden a identificar y reconocer, para respetar las mejores formas y momentos para obtener esas semillas. Cada año, según Cortés, los recolectores de Cerrado de Pé recogen una media de 10 toneladas de semillas.
“"Cuando empecé, los vecinos me veían recoger hierba y me llamaban loco. '¿Qué hace este hombre recogiendo hierba?', se preguntaban"”
Los recolectores, en su mayoría agricultores familiares, reciben formación impartida por la asociación en colaboración con la Red de Semillas del Cerrado, institución que también ayuda a comercializar las semillas. "Todo lo que les enseñamos está en consonancia con lo que ya saben, porque viven en el Cerrado", afirma Anabele Gomes, vicepresidenta de la red.
"Implica valorar su territorio y su identidad como agricultores y quilombolas (afrodescendientes que habitan los llamados quilombos de Brasil). Entienden el trabajo de recolección como una reapropiación de su propia tierra, además de servir como fuente de ingresos estables para muchas familias", señala Gomes. En 2022, Cerrado de Pé vendió el equivalente a 600 000 reales (119 000 dólares) en semillas para proyectos de restauración. "Para 2023, estimamos superar los 700 000 reales (139 000 dólares)", proyecta Cortés.
Una vez recogidas, las semillas se venden y se destinan a proyectos de restauración, también llevados a cabo por colaboradores de Cerrado de Pé, que utilizan una técnica conocida como "muvuca". La misma consiste en mezclar varias semillas autóctonas y sembrarlas directamente en el suelo.
La muvuca es una técnica agrícola tradicional que consiste en mezclar las semillas de especies autóctonas antes de plantarlas. De este modo se garantiza que las especies sean seleccionadas y muy diversas.
Desde el inicio de la asociación, se han restaurado casi 600 hectáreas del Parque da Chapada dos Veadeiros, principalmente en la región afectada por los graves incendios que consumieron cerca del 30% de su superficie en 2017.
Actualmente, la organización también participa en proyectos de restauración de zonas afectadas por la rotura de la presa de Mariana, en Minas Gerais, y en la recuperación de más de 800 hectáreas en la Chapada, en el marco de una iniciativa en colaboración con la Caixa Econômica Federal (Caja Económica Federal, en español). "Los dos proyectos juntos requerirán más de 16 toneladas de semillas", afirma Cortés.
Para restaurar el Cerrado, necesitamos plantar arbustos
Para Cortés, aunque los árboles frutales, como el jatobá y el pequi, son los grandes favoritos de los recolectores, las especies más importantes para la restauración del bioma no son tan frondosas. "Muchos también trabajan en la recolección de hierbas y gramíneas, piezas esenciales para la restauración de áreas degradadas", informa Natanna Horstmann, responsable técnica de la Red de Semillas del Cerrado.
"Cuando empecé, los vecinos me veían recoger hierba y me llamaban loco. '¿Qué hace este hombre recogiendo hierba?', se preguntaban", cuenta Cortés. "Pero el Cerrado es una sabana, no un bosque. Necesita la cubierta de hierbas y pastos para prosperar”.
Jader Guilhermino de Brito (60) es uno de los recolectores especializados en la recolección de hierba. Trabaja a tiempo completo desde 2012, cuando Cerrado de Pé era solo un pequeño grupo de voluntarios. El recolector recoge semillas solo de hierbas y pastos autóctonos, aunque para ello tenga que adentrarse en la sabana. "Salgo todos los días alrededor de las 4 de la mañana, con mi cuaderno de recolección. Suelo enfocarme en una especie por vez, pero a veces eso me obliga a ir más lejos y caminar mucho”
La recolección de gramíneas y pastos es sumamente importante para la restauración del Cerrado. Al tratarse de un bioma de sabana, estas especies son las protagonistas de la cubierta vegetal. En la foto, Cortés se dispone a recolectar hierba mulungu (Andropogon Leucostachyus).
Hierba Aristida riparia (Aristida riparia), recién recolectada
Al igual que de Brito, Cortés también se convirtió en un experto en "hierbas silvestres", como se denominan a las más de 500 especies autóctonas del Cerrado. "Pero esto fue cambiando, vimos la necesidad de tener un nombre popular para cada una de ellas porque era difícil conocerlas y enseñarlas por los nombres científicos", dice el presidente de la asociación.
Cortés fue el responsable de dar nombre a varias especies de hierbas y gramíneas. Algunas de ellas son la hierba oreja de princesa (Loudetiopsis chrysothrix (Nees) Conert), la hierba pata de gallo (Eleusine indica), la hierba cola de cerdo (Aristida riparia), la salicaria (Schizachyrium sanguineum) y la hierba fiapo (Trachypogon spicatus).
"Hoy utilizamos estos nombres en los cursos de formación e incluso los académicos que vienen a estudiar la región han adoptado esta nomenclatura", expresa Cortés.
Plantar tantas semillas como estrellas hay en el cielo
El trabajo de recolección de Cerrado de Pé, aunque relevante para la conservación y restauración del bioma, también parece aportar satisfacción y una sensación de "deber cumplido" a los recolectores.
"Notamos que el trabajo de recolección aporta más beneficios subjetivos a las comunidades. Además de los beneficios ambientales y de ingresos, a los recolectores también les gusta lo que hacen por el retorno social, por la interacción, por formar parte de algo más grande", relata Gomes, de la Red de Semillas del Cerrado.
“Salgo todos los días alrededor de las 4 de la mañana, con mi cuaderno de recolección. Suelo enfocarme en una especie por vez, pero a veces eso me obliga a ir más lejos y caminar mucho”
En este sentido, tanto el presidente de la asociación como Faria da Silva y Guilhermino de Brito tienen una postura común: pretenden continuar con la recogida hasta que sus piernas les permitan caminar.
"Es muy importante para mí", comenta Faria da Silva y explica que se dio cuenta de cuánto quería seguir con el trabajo en la recolección de semillas cuando acompañó a una amiga durante un fin de semana reservado para esta tarea en Alto do Paraíso, Goiás. "Fue muy divertido, había alegría, todo el mundo charlaba, era tanta felicidad. Allí me di cuenta de que quería dedicarme a esto para siempre".
Guilhermino de Brito considera que la restauración del Cerrado es algo que "se lleva en la sangre". "Es algo que hago con amor, con cariño. Es un trabajo honorable, algo que el planeta necesita", afirma.
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Cortés, por su parte, tiene una motivación más ambiciosa. "En los próximos años, mi objetivo es cosechar y plantar semillas en el mayor número de estrellas del firmamento. Una meta infinita, mientras pueda y sea necesario".
En este momento, la prioridad de Cerrado de Pé es construir una "Casa de Semillas", un lugar específico para almacenar las semillas, que actualmente se hace de forma improvisada e inadecuada, lo que perjudica el índice de germinación, y compromete el trabajo de restauración.
Claudomiro Cortés lleva un saco lleno de semillas de hierba tras un día de recolección.