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Los Juegos Olímpicos eligieron a Tahití por sus famosas olas, pero a algunos surfistas no les hace gracia

Una torre de arbitraje habría dañado las estructuras coralinas de Tahití, afectando probablemente a su ecosistema durante décadas, e incluso habría cambiado los patrones de las olas. ¿Resuelve la solución el problema?

La surfista australiana Olivia Ottaway se sumerge bajo una ola en Teahupo'o, Polinesia Francesa. Teahupo'o es la sede de las pruebas de surf de los Juegos Olímpicos de París 2024, lo que ha generado cierta polémica por el temor a que se dañe su arrecife de coral e incluso se modifiquen sus famosas olas.

Fotografía de Ryan Pierse Getty Images
Por Melissa Hobson
Publicado 31 jul 2024, 08:01 GMT-3

Atletas de élite de todo el mundo han llegado a París para los Juegos Olímpicos de 2024. Pero un deporte, el surf, se practicará a más de 14 000 kilómetros de distancia, en Teahupo'o, Tahití, Polinesia Francesa.

Teahupo'o tiene algunas de las mejores olas del mundo. Sin embargo, durante meses se ha debatido acaloradamente sobre la posibilidad de que una torre metálica construida para la competición dañe los arrecifes de coral, e incluso pueda afectar a las propias olas.

Ahora que empezó la competición de surf, esto es lo que hay que saber sobre la polémica torre de arbitraje.

¿Por qué a algunas personas les molesta la torre de arbitraje?

La torre de madera de Teahupo'o llevaba en pie dos décadas. Pero los organizadores de los Juegos Olímpicos planearon en un principio sustituirla por una torre de aluminio de tres pisos, con capacidad para 40 personas, baños y aire acondicionado.

Esto causó malestar entre los aficionados, preocupados por su potencial para dañar el coral.

“El mundo verá las majestuosas olas de Teahupo'o durante la competición olímpica oceánica”, señala Alan Friedlander, ecologista marino senior de Pristine Seas de National Geographic. “Pero lo que se esconde bajo esas olas es el verdadero tesoro de la Polinesia Francesa”.

Vista aérea de surfistas en Teahupo'o, Polinesia Francesa. Puede que esta playa tenga algunas de las mejores olas del mundo, pero el ecologista marino senior de National Geographic, Alan Friedlander, dice que los arrecifes de coral que hay debajo son “el verdadero tesoro de la Polinesia Francesa”.

Fotografía de Ryan Pierse Getty Images

Este tesoro son los arrecifes de coral de Tahití. Aunque parezcan rocas de colores, están formados por animales llamados pólipos de coral. Juntos dan cobijo a miles de especies animales, entre ellas “más de mil especies de peces, algunas de las cuales no se encuentran en ningún otro lugar de la Tierra”, explica Friedlander.

Los corales son frágiles y sensibles, y los daños causados por la construcción y el anclaje pueden hacerlos más vulnerables a las olas de calor marinas. Los corales tardan años en recuperarse de los daños. 

“El esqueleto de los corales es muy similar al hueso humano” y crece muy lentamente, advierte Carlos Duarte, profesor de ciencias marinas de la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología. 

Incluso después de dos décadas, no será igual que el arrecife original: la mayoría de los arrecifes de coral tardaron unos 5000 años en alcanzar su tamaño actual. Tampoco tendrá la misma biodiversidad. “Después de dos décadas, lo que tienes no es exactamente lo que has perdido”, destaca. 

(Lee más: Los campeones olímpicos de la antigua Grecia eran atletas superestrellas)

¿Cómo perjudicaría exactamente la torre al coral?

Una petición para mantener la torre original consiguió más de 257 500 firmas. “El proyecto se llevó a cabo sin ningún estudio de impacto ecológico”, dice la página web de la petición, que advierte de las “terribles consecuencias” de dañar el arrecife perforando el coral.

Incluso la sombra creada por la plataforma podría ser perjudicial, porque “los arrecifes de coral dependen críticamente de la luz para la fotosíntesis”, sostiene Duarte.

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    Vista de la torre de arbitraje de madera que se utilizó para la competición de surf Tahiti Pro de 2018 en Teahupo'o. Los organizadores de los Juegos Olímpicos de 2024 la sustituyeron por una torre de metal que causó algunos daños a los corales que se encontraban debajo durante la construcción.

    Fotografía de Damien Poullenot World Surf League, Getty Images

    Los arrecifes de coral también contribuyen a crear los tipos de olas que persiguen los surfistas, lo que logran provocando la rotura de las olas cuando el agua llega a la orilla.

    En un vídeo de apoyo a la petición, el surfista profesional Matahi Drollet argumentaba que la torre podría “modificar o cambiar nuestra ola y, en el peor de los casos, hacerla desaparecer en unos años”. Eso se debe a que añadir cualquier cosa en el lugar (por ejemplo, una torre) podría cambiar la forma en que fluye el agua y alterar los patrones de las olas. 

    No se trata solo de no dañar el arrecife, dice el profesor de ciencias marinas de la Universidad Rey Abdullah. El Comité Olímpico Internacional se comprometió con el Deporte para la Naturaleza, lo que significa que deben intentar dejar el arrecife más sano de lo que estaba antes de la competición.

    “Diseñar una infraestructura que pueda dañar un ecosistema tan vulnerable como los arrecifes de coral es incompatible con ese compromiso”, afirma.

    En diciembre de 2023, la Asociación Internacional de Surf anunció que “no apoyaría la construcción de la nueva torre de aluminio de los jueces”.

    Las alternativas para no dañar los corales

    Los organizadores de los Juegos Olímpicos dijeron que no sería seguro renovar la torre original porque los cimientos se habían deteriorado.

    También rechazaron las sugerencias de que la nueva torre fuera de madera porque supondría diseñar el proyecto desde cero no había tiempo suficiente.

    La asociación de surf sugirió soluciones alternativas, como una torre en tierra, cámaras de largo objetivo y jueces prioritarios en un barco con funcionarios técnicos.

    Ninguna de ellas se llevó a cabo. Los jueces no tendrían suficiente visibilidad desde la orilla y los organizadores de los Juegos Olímpicos dijeron que “sería imposible observar la competición adecuadamente” si se filmaba desde barcos.

    En su lugar, cambiaron los planes para hacer “una nueva torre de jueces más moderada” en una zona con menos coral. Pero el proyecto recibió más críticas cuando una barcaza de construcción dañó el coral en diciembre. Aunque no se ha confirmado el alcance de los daños, aparecieron imágenes de corales rotos después de que la barcaza se quedara atascada con la marea alta.

    Aunque se necesitarían estudios de impacto adecuados para determinar el impacto de la torre más pequeña, “cualquier acción que evite daños a los corales es la ruta a seguir”, sostiene Duarte.

    La torre más pequeña y ligera, para 25 o 30 personas, está lista para la competición de este año, y puede volver a montarse para otros eventos. Aunque algunos siguen siendo críticos, otros se alegran de que se hayan anulado los planes más perjudiciales.

    Con los arrecifes de coral en peligro de extinción en todo el mundo, Duarte afirma que, en última instancia, es más importante pensar en el panorama general. Esta historia “no trata de este pequeño arrecife de coral del tamaño de dos canchas de tenis que se está viendo afectado en Tahití”, destaca. “Se trata de los mismos impactos que se están produciendo en miles de arrecifes de coral de todo el mundo”.

    Duarte ve un resquicio de esperanza en la concienciación que ha suscitado esta controversia sobre la importancia de proteger el coral en todo el mundo. Espera que esto movilice a las comunidades para apoyar la protección y restauración de los arrecifes.

    “Lo que empezó siendo una mala noticia puede acabar siendo una buena noticia”, considera. “Creo que esa debería ser la otra cara de la moneda por la que deberíamos esforzarnos”.

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