La ciudad belga donde surgió la teoría del Big Bang
En Lovaina, un nuevo festival celebra el trabajo del sacerdote local que propuso la idea revolucionaria de un “día sin ayer”.
La histórica ciudad de Lovaina, Bélgica, es un centro de conocimiento científico y sede de la universidad fundada en el siglo XV, donde se formuló la teoría del Big Bang en 1931.
Florencia, Londres y Praga atraen a turistas interesados en la astronomía y los orígenes del universo a través de sus planetarios, relojes astronómicos y antiguas universidades.
Pero una de esas ciudades llenas de descubrimientos científicos y brillantes momentos de reflexión ha quedado olvidada: Lovaina, en Bélgica. La ciudad universitaria donde, en 1931, Georges Lemaître, un sacerdote católico belga poco conocido, creó su innovadora hipótesis sobre los orígenes del universo.
En otras palabras, Lovaina es la ciudad donde se concibió por primera vez la teoría del Big Bang —o “el día sin ayer”— como Lemaître denominó a su concepto en aquel momento. Sin embargo, el reconocimiento de la influencia del científico como el “padre del Big Bang” es reciente.
El Festival de la Ciudad llamado “¡BANG!”, que se extenderá hasta el 30 de enero de 2022, está reavivando el interés de Lovaina por el científico. La ciudad exhibe archivos raros de Lemaître, así como exposiciones y eventos que reúnen los reinos del arte conceptual y la ciencia concreta en lugares como el museo M Leuven.
El padre del Big Bang
En la década de 1930, la teoría de Lemaître era tan excéntrica que muchos de sus contemporáneos, como Albert Einstein, rechazaron su hipótesis de que el universo se estaba expandiendo. En aquel momento, el físico teórico de cabello encrespado le habría dicho a Lemaître: “tus matemáticas son correctas, pero tu física es lamentable”.
Georges Lemaître (derecha) se encuentra con Albert Einstein en Caltech en Pasadena, California, en 1933.
Nacido en 1894 en la ciudad de Charleroi, Bélgica, Lemaître se formó como ingeniero civil antes de estudiar matemáticas en la Universidad Católica de Lovaina, donde posteriormente sería profesor. Al identificar y refinar una conexión entre la teoría de la relatividad de Einstein y la expansión embrionaria del universo, el católico acérrimo también estudió y se preparó para el sacerdocio diocesano. A lo largo de su vida, exploró las profundas tensiones entre la ciencia y la espiritualidad.
Su conexión con la Iglesia llegó a ser tan notable que Lemaître fue elegido por el Papa Pío XI para ser miembro de la Pontificia Academia de Ciencias, en la Ciudad del Vaticano, de la que se convirtió en presidente en 1960.
“Lemaître es uno de los grandes hombres de la ciencia que han sido olvidados, tanto a nivel nacional como internacional”, dice Thomas Hertog, reconocido cosmólogo belga de la Universidad Católica de Lovaina que trabajó en la evolución de la teoría del Big Bang con Stephen Hawking por 20 años.
Estudiantes en la biblioteca de la Universidad Católica de Lovaina, una de las universidades más antiguas de Europa, fundada en 1425.
Como explica Hertog, la historia del sacerdote se descuidó porque a Lemaître nunca le interesó lucirse o “construir mundos alrededor de sus ideas”.
De hecho, la innovadora tesis de Lemaître titulada The Beginning of the World from the Point of View of Quantum Theory (El comienzo del mundo desde el punto de vista de la teoría cuántica) contiene solo 457 palabras en su versión en inglés y fue publicada como un artículo en la revista británica Nature.
“Lo curioso es que realmente no escuché nada sobre Lemaître mientras estudiaba en Lovaina en la década de 1990. Pocas personas en Bélgica han oído hablar de él. Stephen [Hawking] tampoco lo conocía. Solo cuando regresé a Lovaina como maestro que descubrí su historia”, dice Hertog.
En busca de Lemaitre
La historia de Lemaître tiene una presencia tan discreta en la ciudad que los turistas necesitan saber dónde buscar. Su busto esculpido en bronce, con anteojos de alambre y cuello romano, está montado sobre un pedestal en el patio del College van Premonstreit, antiguamente la sede del Instituto de Física de la Universidad Católica de Lovaina.
Todavía en la Universidad Católica de Lovaina, fundada hace 600 años, en el extremo sur de la ciudad vieja, otro punto destacado es el colegio Heilige-Geestcollege (Colegio del Espíritu Santo), donde Lemaître vivió y trabajó. Allí, en 1958, instaló con orgullo una de las primeras computadoras de Bélgica en su ático para sumergirse en otro mundo nuevo: el de los cálculos computacionales.
Los cafés, como los ubicados en Oude Markt, que se muestran en la imagen, salpican en el centro histórico de la ciudad de Lovaina.
Los visitantes exploran una exposición en la biblioteca de la Universidad Católica de Lovaina. La universidad es conocida por su enfoque en la ciencia.
Un visitante participa en una de las varias exposiciones de alta tecnología en Health House en Lovaina. Como parte de un proyecto conjunto de varias entidades locales, incluida la Universidad Católica de Lovaina y la Ciudad de Lovaina, Health House promueve exhibiciones interactivas que retratan el futuro del sector de la salud.
La religión siempre ha sido importante para Lemaître. Oficiaba misas en la Iglesia de San Pedro, que conserva su aire de solemnidad, muy diferente de Oude Markt, la región vecina.
Los turistas también pueden encontrar un monumento a Lemaître en la cercana ciudad universitaria, Louvain-la-Neuve, ubicado en la Place des Sciences de la Universidad Católica de Louvain. La estatua representa a Lemaître sosteniendo tiza frente a una pizarra de cobre grabada con líneas que representan átomos en movimiento.
El recorrido entre las dos estatuas se puede realizar por la ciclovía Big Bang Route, que tiene 33 kilómetros de longitud y tiene señales viales que contienen códigos QR que permiten el acceso a la historia de Lemaître, creando una unión simbólica entre las dos universidades donde dio clases.
El legado de innovación de Lovaina
Resulta encantador, dice Mohamed Ridouani, alcalde de Lovaina, ver este entusiasmo tecnológico y la brillantez científica por toda la ciudad como si fuera una fuerza vital.
“La palabra clave es innovación y, desde la Edad Media, Lovaina ha sido un lugar seguro para que los científicos expresen libremente sus ideas”, señala Ridouani. “Hay 100.000 habitantes en la ciudad; más de 60.000 son estudiantes. Esta es una gran estructura para estimular la creatividad”.
La ciudad tiene una tradición de científicos originarios que traspasan fronteras. Los estudiosos incluyen al anatomista Andreas Vesalius, quien produjo el primer atlas completo del cuerpo humano en el siglo XVI; el cartógrafo Gerardus Mercator, quien influyó en el desarrollo de la navegación GPS; y Jean-Pierre Minckelers, quien inventó la iluminación de gas para iluminar las grandes ciudades del mundo.
El último erudito, según Ridouani, es el propio profesor Hertog. Su teoría cuántica en progreso se basa en el descubrimiento que hizo Lemaître hace 90 años. La frase “no llegar a los orígenes del tiempo, sino perder las propias leyes de la física”, dice Hertog, es suficiente para cortocircuitar la mente de cualquier visitante de la ciudad.
Esa es la brillantez de Lovaina: la ciudad estimula a los genios que continúan iluminando el universo.