Descubre la historia maya a lo largo de la primera travesía de México
La Hacienda Uayalceh es una de las varias fincas españolas que salpican el Camino del Mayab, un sendero construido con las comunidades mayas que viven en la península de Yucatán en México.
Al oeste de las playas turísticas de Cancún, una red de antiguos senderos y líneas de ferrocarril en desuso se ha transformado en el Camino del Mayab, el primer sendero de larga distancia de México.
Desarrollado con los mayas, el camino cuenta la historia de los pueblos originarios de México y pretende reivindicar a las 14 comunidades que viven a lo largo de su ruta de 109 kilómetros de la historia de explotación colonial y erosión cultural.
Un paseo de tres días en bicicleta o una caminata de cinco días lleva a los visitantes al corazón del mundo maya en Yucatán, desde Dzoyaxché, una pequeña comunidad construida en torno a los descoloridos muros amarillos de una hacienda del siglo XIX a unos 24 kilómetros al sur de Mérida, hasta los templos excavados de Mayapán, una de las últimas grandes capitales mayas.
"El objetivo principal de Camino del Mayab es proteger la cultura, la historia y el patrimonio de las comunidades mayas, que corren peligro de perderse", advierte Alberto Gabriel Gutiérrez Cervera, director de EcoGuerreros, la organización de conservación medioambiental que ayudó a construir y gestionar el sendero. "El Camino del Mayab es un proyecto que no es solo para los turistas, es un proyecto para todos los pobladores de las comunidades".
Tras la conquista española de Yucatán en el siglo XVI, los mayas quedaron al final de un sistema de castas raciales impuesto por los colonizadores europeos. La lengua maya pasó a un segundo plano frente al español, mientras que los templos de estas comunidades fueron derribados y las piedras utilizadas para construir iglesias cristianas.
Los mayas siguen estando en desventaja en su tierra natal, señala Gutiérrez Cervera, quien es descendiente de mayas. La falta de oportunidades en las zonas rurales obliga a muchos a buscar trabajo en la construcción en Mérida o en hoteles de Cancún, lo que sigue erosionando la cultura maya.
El director de EcoGuerreros espera que el Camino del Mayab pueda empezar a cambiar tal escenario: "Queremos ofrecer una oportunidad a través del turismo, para que la gente pueda tomar la decisión de quedarse en su comunidad".
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Una historia de haciendas
Hace casi 3000 años, las primeras ciudades mayas fueron talladas en bosques como los de Dzoyaxché, donde me uno a un pequeño grupo que recorre el Camino del Mayab. En el siglo VII d.C. la civilización maya se expandió por Centroamérica y el sur de México, y construyó templos monumentales como los de Chichén Itzá en México y Tikal en Guatemala.
Los visitantes caminan hacia Yaxcopoil, una de las muchas haciendas españolas que cultivaban henequén en el siglo XIX, un cultivo comercial que ayudaba a enriquecer estas explotaciones familiares. Ahora, haciendas como ésta ayudan a contar la historia de los mayas en el Camino del Mayab.
En esta imagen se muestra un comedor de la Hacienda Yaxcopoil. "La historia del Yucatán moderno es la historia de las haciendas", cuenta Israel Ortiz, administrador de la comunidad y guía del Camino del Mayab.
El sistema de haciendas y el ocaso de los mayas
La sequía, la guerra y la superpoblación provocaron el colapso del imperio maya en el siglo IX. Cuando los europeos llegaron a América a finales del siglo XV, la civilización maya se había recuperado, pero se encontró con el ataque de la colonización española. Los conquistadores españoles asolaron Yucatán en 1527, y en 1542 establecieron Mérida en el lugar de un asentamiento maya llamado Ti'ho. El colonialismo y las enfermedades europeas devastaron a los mayas, y su tierra fue parcelada y entregada a los colonos europeos.
En la actualidad, las comunidades mayas que se encuentran a lo largo del sendero están situadas en y cerca de las haciendas, fincas ubicadas alrededor de grandes casas centrales que fueron creadas por los europeos tras la conquista española. "La historia del Yucatán moderno es la historia de las haciendas", reconoce Israel Ortiz, gestor de la comunidad y guía del sendero de EcoGuerreros.
En el siglo XIX, mientras México alcanzaba su independencia (1821), las haciendas de Yucatán cultivaban grandes cantidades de henequén, un tipo de agave fibroso que se puede hilar para hacer cuerdas. Este "oro verde" permitió a Mérida enriquecerse, pero lo hizo a costa de los mayas, que se vieron obligados a trabajar en régimen de servidumbre.
El sistema de haciendas persistió hasta que los productos sintéticos sustituyeron la necesidad de henequén después de la Segunda Guerra Mundial. Ahora, muchas de las grandes casas que ocupaban los hacendados son ruinas fantasmales y abandonadas en las que los ciclistas buscan refugio del sol.
Algunas, como la Hacienda Yaxcopoil, en la que nos detenemos para recibir una lección de historia poco después de comenzar nuestro viaje, se han convertido en museos o alojamientos boutique. Sin embargo, "nada ha cambiado realmente porque la Hacienda Yaxcopoil sigue siendo propiedad de la misma familia que hace 200 años", señala Ortiz.
La vida en el Camino Maya
Tras un breve descanso en la Hacienda Yaxcopoil, pasamos nuestra primera noche en las tradicionales cabañas de techo de paja de San Antonio Mulix antes de salir temprano a la mañana siguiente hacia Abalá. Siguiendo las antiguas rutas de transporte de henequén, pasamos por delante de apicultores en el bosque, donde Ortiz señala las marcas en los árboles utilizadas para guiar a los cazadores. En un momento de pura alegría, nos detenemos en silencio cuando un momoto ( o Toh en maya), un pájaro de color turquesa que los mayas creían que guiaba a los viajeros a las fuentes de agua, emerge de un pozo abandonado.
Los excursionistas y ciclistas que recorren la ruta se alojan en alojamientos sencillos, como esta cabaña tradicional con techo de paja.
Por el camino, los viajeros visitan cenotes, sumideros llenos de agua dulce que los mayas consideran desde hace tiempo lugares sagrados.
Mientras avanzamos, nos detenemos en algunos de los 3000 cenotes que salpican la península. Estos sumideros llenos de agua dulce se han convertido en una de las atracciones turísticas más duraderas de la región, ya que proporcionan dinero a las familias locales que poseen colectivamente la tierra.
Pero como tradicionalmente estaban dedicados a deidades mayas como Chaac (el dios de la lluvia) o se consideraban entradas a Xibalba (el inframundo maya), puede resultar difícil conciliar su desarrollo como atracción turística con las tradiciones del pasado. Uno de ellos, el cenote Kankirixche, todavía contiene restos humanos y reliquias de rituales mayas. "Los mayas consideran que los cenotes son sagrados", relata Ortiz.
Es una situación difícil, pero el guía de los EcoGuerreros dice que prefiere que las comunidades gestionen ellas mismas el turismo, en lugar de vender sus recursos naturales al mejor postor.
Cuando llegamos a Abalá, vemos otra forma en que los lugareños están restableciendo su cultura. En la Casa de los Artesanos de Abalá, de José Pech Remi, los productos tradicionales de Yucatán, como los vestidos de huipil, las estatuas de jaguar esculpidas a mano y la miel de origen local, se alinean en las estanterías. "Mucha gente trabaja la tierra aquí, pero no gana mucho dinero", detalla Remi. "La venta de artesanía tradicional proporciona a la gente unos ingresos extra y ayuda a proteger nuestra cultura y nuestras raíces".
Esto es importante, ya que Remi habla de los problemas de la comunidad con el alcohol y la adicción, derivados de una historia de desventajas económicas. Además de la tienda de artesanía, Remi creó una fundación que organiza oportunidades, como eventos culturales regulares, en los que hay música en vivo, comida y puestos de mercado, creando trabajo inmediato para los lugareños, al tiempo que se muestra la cultura de Abalá.
Elsie Maria Neydi Bacab es una de las muchas mujeres mayas de la zona que dirigen un restaurante comunitario en Mucuyche, que sirve platos tradicionales caseros.
"Las tradiciones, los conocimientos tradicionales y la lengua maya son los rasgos más importantes de esta cultura", añade Gutiérrez Cervera. "Ser maya significa preservar la selva, el agua, los animales y las plantas. Significa preservar la Milpa (sistemas de cultivo) y enseñarla a las siguientes generaciones, realizar el Chaa Chaak (una ceremonia religiosa) para pedir la lluvia, y celebrar el Hanal Pixan ("Comida para las almas", la versión maya del Día de los Muertos) para recordar las muertes.
En nuestra tercera y última mañana, reposamos en el Restaurante Comunitario, un antiguo edificio abandonado convertido en restaurante local dirigido por las mujeres de Mucuyche. El restaurante ofrece alternativas caseras a la Hacienda Mucuyche, un popular lugar turístico lleno de cenotes que se encuentra al otro lado del camino y que es propiedad de Xcaret, la misma empresa que gestiona los parques temáticos de la Riviera Maya.
En este lugar, Elsie Maria Neydi Bacab ayuda a preparar platos como los papadzules (tortillas de maíz enrolladas, rellenas de huevos cocidos y bañadas en salsa), los tamales (masa de maíz cocida al vapor con rellenos de carne y verduras) y el pok chuuc (carne de cerdo a la parrilla marinada con cítricos). "Ser maya es estar orgulloso", asegura Neydi Bacab, y añade que ofrecer estos platos (junto con vestirse con huipil hecho a mano y seguir hablando la lengua maya) es otra forma importante de preservar las tradiciones.
Fortalecidos, pedaleamos por senderos llenos de vegetación y vida salvaje, avanzamos hacia Mayapán, el punto final del Camino del Mayab. Allí, dejamos las bicicletas en la puerta y, con las piernas ardiendo y los músculos doloridos, subimos los empinados escalones de piedra hasta la cima del Templo de Kukulkán, la pieza central de esta antigua capital maya. Desde este elevado punto de vista, puedo ver los bosques de Yucatán y la ruta que hemos recorrido en bicicleta, dispuestos ante nosotros.
No hay duda de que el Camino del Mayab es un reto, un desafío, dice Ortiz. También es una mirada a una parte de México que pocos viajeros ven, una que está muy alejada de la mentalidad de hotel todo incluido de otros destinos mexicanos más conocidos. Gutiérrez Cervera prevé ampliar el Camino del Mayab hasta convertirlo en una red de senderos que rodeen toda la península de Yucatán, para que más viajeros puedan experimentar este ambicioso estilo de turismo comunitario.
"Con el Camino del Mayab, no solo se viaja, se devuelve algo al lugar al que se va", concluye Gutiérrez Cervera.
Richard Collett es un escritor de viajes afincado en el Reino Unido que se centra en destinos poco convencionales y curiosidades culturales.