Acciones para salvar al animal más alto del mundo
Un grupo de conservacionistas está trabajando para evitar la extinción silenciosa de las jirafas.
Aunque hasta los niños más pequeños conocen a las jirafas, cuando se trata de su conservación, no todas las personas se acuerdan de ellas.
Durante los últimos 15 años, el número de estos herbívoros africanos ha pasado de los 140.000 a los 90.000, y los científicos se refieren a esto como una “extinción silenciosa”. La fragmentación y la pérdida de hábitat, junto con la caza furtiva, han causado esta disminución pero como no existen acciones de conservación a largo plazo, es difícil saber lo que está ocurriendo realmente.
Y lo peor es que los científicos saben muy poco acerca del comportamiento de las jirafas: cómo viven, el espacio que necesitan para sobrevivir, hacia dónde se desplazan; ni siquiera saben por qué el cuello de este animal es tan largo.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, todas las jirafas pertenecen a una sola especie, que se encuentra dividida en 9 subespecies. Sin embargo, un estudio publicado en 2016 contradice esta noción, sugiriendo que podría haber hasta cuatro especies diferentes, cada una de las cuales vive en una parte de África.
Si esto fuese así, solo quedarían en todo el planeta menos de 10.000 ejemplares de las especies de jirafa reticulada y del norte respectivamente.
La mayor parte de las jirafas reticuladas, conocidas por sus inconfundibles pieles surcadas con patrones, vive en el norte de Kenia, y es probable que algunas poblaciones se encuentren al sur de Etiopía y Somalia. El número de ejemplares de la especie reticulada se ha reducido en un 80 por ciento en las últimas décadas debido a la destrucción de su hábitat y a la caza furtiva.
David O'Connor, ecólogo conservacionista del zoo de San Diego; Julian Fennessy, director ejecutivo de la Giraffe Conservation Foundation, con sede en Namibia; y el Northern Rangelands Trust, un grupo de comunidades de conservación del norte de Kenia, se han unido para desentrañar el misterio que se esconde detrás la rápida desaparición de jirafas.
Durante la primera semana de junio, los científicos colocaron collares en 11 jirafas en el Loisaba Wildlife Conservancy y en el Leparua Community Conservancy, y pequeños localizadores, que funcionan con energía solar, en las estructuras óseas en forma de cuerno que tienen sobre la cabeza.
El proceso no es sencillo. Durante el reciente trabajo de campo, el veterinario del Servicio de Vida Silvestre de Kenia, Mathew Mutinda, disparó dardos tranquilizantes a los cuartos traseros u hombros de las jirafas reticuladas desde un coche y un helicóptero. A medida que el tranquilizante surtía efecto, la jirafa empezaba a dar pasos altos, como si fuera un caballo de raza lipizzana. A continuación, cuatro hombres colocaron sigilosamente una cuerda en torno a las patas de la jirafa para ponerla sobre el suelo de forma segura. Después de unos 10 minutos, los expertos colocaron los localizadores y soltaron al animal.
Estos localizadores GPS podrán brindar información importantísima sobre el hábitat que prefieren las jirafas reticuladas y las áreas donde viven, entre otros datos. Los datos acerca de las áreas vitales para cada época del año y los desplazamientos por el entorno serán fundamentales para asegurar su supervivencia.
Si esta iniciativa resulta exitosa, el seguimiento de las jirafas ayudará a las comunidades y a las organizaciones de conservación a proteger a estos altísimos emblemas africanos.