Estados Unidos: crecen las críticas a los concursos de matanza de vida silvestre
Los pedidos para la prohibición de los concursos de cacería de animales salvajes aumentan a medida que su creciente popularidad se cobra la vida de más de 60.000 animales al año.
Los concursos de caza para matar animales salvajes como coyotes (arriba), gatos monteses, mapaches, zorrillos y zorros por dinero y premios son cada vez más controvertidos. Ocho estados los han prohibido y la legislación presentada recientemente en el Congreso tiene como objetivo prohibirlos en tierras públicas.
Liberty, Nueva York. Agazapado en una choza camuflada al amanecer, Timothy Kautz apunta con su rifle al cadáver de un ciervo colocado como cebo en un valle cubierto de nieve rodeado de pantanos y bosques. Mirando su teléfono celular, revisa un video reciente de una cámara remota que muestra un canino marrón grisáceo con orejas puntiagudas, un hocico largo y estrecho y una cola tupida que roba un poco de carne de venado.
En lo que va de esta mañana de febrero, el coyote no se presentó.
“Tal vez ha visto morir a muchos de sus amigos aquí”, dice Kautz, acercando las manos a un calentador de gas portátil mientras los copos de nieve se arremolinan del otro lado de la ventana. “Es probable que haya estado cerca cuando le di a uno de sus amigos”.
Cada año, en febrero, los participantes de la cacería de tres días del condado de Sullivan, en las montañas Catskill del estado de Nueva York, compiten para matar la mayor cantidad y los más grandes coyotes en todo el estado y en varios condados de Pensilvania y Nueva Jersey. Algunas ganancias de las tarifas de entrada a la caza financian programas de conservación y educación al aire libre.
Kautz, de 42 años, un oficial de la oficina del alguacil del condado de Sullivan en las montañas Catskill de Nueva York, participa en un torneo anual de fin de semana de tres días en el que casi 400 cazadores compiten para ganar un gran premio de 2.000 dólares por matar al coyote más grande.
Estados Unidos es el único país del mundo donde decenas de miles de animales salvajes son asesinados estrictamente por premios y entretenimiento, según la Sociedad Protectora de Animales de ese país. El organismo estima que antes de la pandemia de coronavirus, había más de 400 concursos anuales, lo que representaba una estimación de 60.000 animales muertos cada año.
Solo en Texas se realizan al menos 60 concursos al año. Muchas competencias ofrecen una gran variedad de vida silvestre para disparar, desde mapaches, ardillas, conejos y marmotas hasta zorros, gatos monteses, rayas y cuervos. Los coyotes, ampliamente considerados un animal molesto en todo el país, son el objetivo más popular. (Algunos estados organizan concursos destinados a reducir la vida silvestre invasora, como las pitones birmanas en Florida, los jabalíes en Texas y las nutrias en Luisiana).
Un concursante colocó el cadáver de un venado en un sendero de vehículos todo terreno nevado a metros de un escondite de caza para atraer a los coyotes carroñeros. Otros cazadores utilizan visores nocturnos de imágenes térmicas especiales, dispositivos electrónicos de llamada y sabuesos.
Los concursos son cada vez más polémicos, criticados como un deporte sangriento. Hasta el momento, ocho estados (Arizona, California, Colorado, Maryland, Massachusetts, Nuevo México, Vermont y Washington) han prohibido los concursos bajo la presión de grupos conservacionistas y de bienestar animal.
Los llamados a una prohibición nacional se hicieron más fuertes después de que una investigación encubierta de 2020 realizada por la organización Humane Society revelara el surgimiento de torneos asesinos a través de grupos de Facebook solo para miembros, lo que generó dudas sobre si los concursos en línea violan las leyes estatales de vida silvestre y juegos de azar. A principios de abril, el congresista Stephen Cohen, demócrata de Tennessee, y 15 patrocinadores presentaron un proyecto de ley para prohibir los concursos en todas las tierras públicas.
En los últimos años, los coyotes ganadores del concurso en Catskills, patrocinado por la Federación de Clubes de Deportistas del Condado de Sullivan y el Departamento de Bomberos Voluntarios de White Sulphur Springs, pesaron alrededor de 23 kilos. Uno de los dos primeros coyotes a los que Kautz disparó este año registró 21,7 kilos. “Es un perro grande”, dice, aunque los concursos anteriores le han enseñado a moderar su entusiasmo. “Siempre me ganan por unos pocos gramos. Espero que no me den una paliza este año”.
Si Kautz no gana el gran premio, podría quedarse con 500 dólares por el segundo lugar o 250 por el tercero. Para ser elegible, los cazadores deben pagar 35 dólares para participar en el concurso, que cubre el costo de un banquete de cena dominical y un boleto de rifa de cinco dólares. Además de pagar los premios, las ganancias del concurso financian programas al aire libre para familias y conservación del medio ambiente.
Aparte de los premios más grandes, los cazadores compiten por la mayor matanza del día (200 dólares) y hay premios separados (100 dólares cada uno) para que ganen mujeres y niños. Por cada coyote que califique, los cazadores reciben 80 dólares. Los reconocimientos y los premios de la rifa se distribuyen en el banquete. Los premios de la rifa incluyen armas de fuego, municiones y dispositivos de llamada de alta tecnología que atraen a los animales hacia las armas de los cazadores. Kautz ya tiene un plan de lo que hará con el dinero del premio si gana.
Timothy Kautz, ayudante de la oficina del alguacil del condado de Sullivan, se sienta durante horas en una cabaña de caza con calefacción, esperando que un coyote se acerque a su cebo. Kautz ha participado en la cacería con regularidad desde que comenzó hace 14 años.
Las reglas del concurso Catskills estipulan que los coyotes deben matarse dentro del área designada que incluye el estado de Nueva York, cinco condados de Pensilvania y un condado de Nueva Jersey. Para validar que los animales fueron sacrificados recientemente, su temperatura corporal debe estar entre 20 °C y 37,7 °C. Se espera que los concursantes sigan las leyes, que permiten a los cazadores usar cebos, rifles de alta potencia, visores nocturnos de imágenes térmicas, dispositivos electrónicos de llamada y rastreo con sabuesos.
En la historia estadounidense, los coyotes son nuevos en las zonas del este. A principios del siglo XIX, los exploradores Meriwether Lewis y William Clark encontraron coyotes solo al oeste del Mississippi, donde describieron un “lobo de la pradera” del tamaño de un zorro gris con una cola peluda y cabeza y orejas de lobo. Desde entonces, los coyotes se han movido gradualmente hacia el este para llenar el nicho de los lobos y pumas que desaparecen. Hoy en día, los coyotes orientales, más grandes que sus ancestros occidentales porque se cruzaron con lobos y perros domésticos, se sienten cómodos entre los humanos e incluso prosperan en algunas de las ciudades y suburbios más grandes del país, como Nueva York y Chicago.
Las competencias de coyotes pueden haber comenzado con la idea de que exterminarlos ayudaría a los agricultores y ganaderos, pero los defensores de la vida silvestre dicen que hay formas más humanas de proteger al ganado. Es más, dicen que la accesibilidad de los equipos de caza de alta tecnología, incluida la visión nocturna y las armas de fuego de alto poder, ha transformado los hechos en matanzas innecesarias.
“Los concursos para matar vida silvestre no tienen un propósito legítimo”, afirma Kitty Block, presidenta y directora ejecutiva de la Humane Society de los Estados Unidos. “Coyotes, zorros y gatos monteses, animales esenciales para la salud de nuestro ecosistema, han sido perseguidos durante mucho tiempo debido a conceptos erróneos utilizados como una excusa para matarlos por diversión y fanfarronear. Esto no se puede permitir en una sociedad civilizada donde nuestra vida silvestre cumple un papel ambiental crítico”.
El pesaje
Una tormenta de hielo seguida de un día completo de lluvia trae un comienzo lento para la caza en el condado de Sullivan este año en comparación con la temporada anterior, en febrero de 2020, cuando los participantes mataron un récord de 118 coyotes. El evento comienza oficialmente a la medianoche del viernes y para el mediodía del sábado, el ritmo se acelera.
Los cazadores llegan en camionetas con cadáveres de coyotes envueltos en plástico y metidos en refrigeradores aislados para evitar que se congelen en las temperaturas bajo cero del exterior. Hay una fila de coyotes muertos, con la lengua afuera, el pelaje manchado de sangre, en el suelo en la estación de pesaje detrás de la estación de bomberos, donde el olor rancio de la muerte se extiende por el estacionamiento.
John Van Etten, el presidente de la federación de deportistas, vestido con una gorra de béisbol con motivo de camuflaje de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), un mono u overol Carhartt, una camisa de franela y botas de goma, se encarga del pesaje. Punza un termómetro para carne en el intestino de los coyotes para registrar su temperatura, luego ata cadenas a las patas de los animales y los engancha a una balanza.
Mientras cuelgan, girando en el aire, la sangre gotea sobre la nieve. Después de registrar el peso, Van Etten corta una uña del pie de una pata trasera para asegurarse de que nadie se salga con la suya al entrar dos veces con el mismo coyote. “Las cosas que la gente hace cuando hay dinero de por medio”, lamenta con tristeza.
A medida que los concursantes llevan sus coyotes al cuartel general de caza, la estación de bomberos de Sulphur Springs, los animales son colgados y pesados en una balanza digital. Las reglas estipulan que su temperatura corporal debe registrar entre 20 °C y 37,7 °C para validar que fueron recién asesinados.
Bill Miller, de 61 años, vestido con un mono u overol de camuflaje, descarga tres coyotes de su vehículo. Él y su hijo, Kyle, de 26 años, participan en el concurso desde hace al menos 10 años. “Es una de las cacerías más emocionantes”, dice, y agrega que está complacido de que matar coyotes evita que Kyle haga travesuras. “Estos jóvenes no están bebiendo, consumiendo drogas ni metiéndose en problemas”, dice. “Están de caza”.
“También es una buena descarga de adrenalina”, agrega Kyle.
Muchos de los cazadores en el pesaje hablan de que les gusta el desafío de matar animales tan astutos. “Estos muchachos son inteligentes”, me dice Kautz. “Si engañas a uno de ellos, engañas a uno de los mejores”. Su técnica para atraer a los coyotes es cebarlos en su escondite de caza durante aproximadamente un mes antes del concurso.
Jeremy Harvey, de 45 años, está decepcionado porque el coyote que trajo de Burlington Flats, a dos horas de distancia, pesa más de 2,7 kilos menos que el favorito de Kautz. Harvey prefiere cazar coyotes con sabuesos. Sale con las primeras luces para localizar el rastro de un coyote, luego suelta a sus perros, Jett y Ace, cuyos collares especiales con GPS le permiten rastrearlos usando un dispositivo de mano. “Es muy divertido”, asegura. “Solía cazar conejos, pero nunca pude conseguir que nadie fuera con nosotros. Parece que todo el mundo quiere cazar coyotes todo el tiempo. Puedes conseguir camaradería, más chicos. La pasamos muy bien. Jugamos a las cartas, bebemos cerveza y nos divertimos mucho”.
Brittney Engle, de 36 años, deposita una coyote hembra en la estación de pesaje: 17,2 kilos, según la balanza colgante. Engle dice que le encanta cazar coyotes. Recientemente compró un visor nocturno para facilitar el disparo en la oscuridad. Como la única mujer que participa en el concurso este día, obtendrá 100 dólares además de los 80 estándar por un coyote que califique. No está mal por una noche de trabajo, comenta. “No está mal”.
“Esto no es cazar”
Se cree que el primer concurso documentado de matanza de vida silvestre en los Estados Unidos lo llevó a cabo un grupo de rancheros en Chandler, Arizona, en 1957. El más lucrativo de los concursos de hoy es el Big Bobcat del oeste de Texas, celebrado tres veces al año, en enero, febrero y marzo. Este enero, un equipo de participantes de tres personas ganó el premio del primer puesto, 43.720 dólares, por un gato montés de 14,7 kilos. (Para que el gato calificara, el equipo también tenía que matar cinco zorros o coyotes). Más de 1.700 equipos compitieron en los concursos combinados de 2022, proporcionando un pago total de casi 400.000 dólares.
Michelle Lute es una científica conservacionista de Project Coyote, una organización sin fines de lucro que, en asociación con Humane Society, ha establecido una coalición nacional de más de 50 organizaciones que luchan para prohibir las competencias de caza de vida silvestre. Fomentan la matanza gratuita, dice Lute. “Un principio moral básico es que está mal quitar la vida sin la justificación adecuada y no hay ninguna buena razón para ello. Nuestro grupo no está en contra de la caza”, dice sobre el Proyecto Coyote, “pero estamos en contra de la caza de carnívoros, porque es éticamente indefendible y científicamente injustificado”.
Los premios del concurso incluyen armas, municiones, dispositivos electrónicos de llamada para atraer animales depredadores, un sombrero de piel de coyote y alcohol. Este año, los casi 400 concursantes pagaron 35 dólares cada uno para participar en la competencia y recibieron un boleto de rifa de cinco dólares para tener la oportunidad de ganar un premio, anunciado el domingo en el banquete de premiación.
“Esto no es cazar”, comenta Robert Brown, miembro del comité de ética de la organización sin fines de lucro Boone and Crockett Club, establecida en 1887 por Theodore Roosevelt y otros cazadores para la protección de los recursos de vida silvestre. Las técnicas comúnmente utilizadas en los concursos son “poco éticas”, dice Brown. “Le dan al cazador una ventaja injusta”.
En febrero de 2020, un investigador encubierto de la Humane Society asistió a la cacería de coyotes del condado de Sullivan e informó haber encontrado coyotes muertos en el contenedor de basura de la estación de bomberos, incluida una hembra grande que había estado embarazada de una camada de cachorros.
A raíz de tales investigaciones y el lanzamiento en 2021 de Wildlife Killing Contests, un documental gráfico producido por el explorador de National Geographic Filipe DeAndrade, los participantes se han vuelto extremadamente cautelosos con los activistas encubiertos que acechan entre la multitud. Algunos cazadores con los que me encuentro me preguntan si soy un periodista “legítimo” que escribe para National Geographic. Un hombre me confronta en la estación de bomberos y me dice que probablemente estoy trabajando encubierto para la organización Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA, por sus siglas en inglés).
Carl Lindsley, miembro de la Federación de Deportistas de los Estados Unidos, se muestra cauteloso al principio, pero acepta recibirme en el concurso porque evalúa que estoy realmente interesado en conocer el punto de vista de los cazadores. Recuerda al activista que se infiltró en el evento de 2020. “Algunas personas están molestas con la idea de matar coyotes”, dice, sentado en una silla plegable en la estación de bomberos. Pero lo que ese activista no sabía, dice, es que la mayoría de los coyotes en el basurero fueron recolectados por un comprador de pieles local que los despelleja y vende sus abrigos (por alrededor de 25 dólares cada uno) y publica sus cráneos para los compradores en línea.
Además, agrega, el concurso sirve como un importante recaudador de fondos para programas al aire libre para niños y sus familias y la restauración del hábitat. “Si todo lo que hiciéramos fuera sentarnos y jactarnos de cuántos coyotes tenemos y de nuestro montón de dinero, esto no tendría sentido”, comenta Lindsley, quien se jubiló en 2016 después de trabajar en el manejo de la vida silvestre durante 48 años en el Departamento de Conservación Ambiental del Estado de Nueva York. “En realidad, si no consiguiésemos ningún coyote, admito que podríamos quedarnos con más dinero para nuestros programas”. Sería bueno que la gente comprara boletos solo para comer en el banquete, dice, pero reconoce que la mayoría de la gente viene por los tiros y los premios.
La mayoría de los concursos de matanza de vida silvestre no son para recaudar fondos. Son únicamente por deporte. Los cazadores, ya sea en persona o a través de Internet, defienden las competencias con el argumento de que los participantes no están infringiendo ninguna ley: es ampliamente legal matar muchas especies de depredadores, incluidos zorros, gatos monteses y coyotes, a menudo sin límites. Y si es legal matarlos, dicen, ¿qué hay de malo en hacer un concurso de matanza? Un cazador escribió en Facebook que los coyotes “van a morir de todos modos”.
El argumento ecológico
“Los 'antis' no entienden que en realidad estamos ayudando en el gran esquema”, afirma Kautz. Los coyotes están superpoblados, afirma, y comen de todo (cervatillos, pavos, conejos, ardillas), lo que hace que los ecosistemas se desequilibren. También atacan a las mascotas y al ganado, incluidas, recientemente, varias de las ovejas de su madre. “Fue la primera vez que sucedió, pero probablemente no será la última”, agrega. “Creo que la población de coyotes ha aumentado un poco”.
“Hay que controlar a los coyotes”, coincide John Van Etten, presidente de la federación de deportistas, buscando calor dentro de la estación de bomberos donde los concursantes se arremolinan, admirando las entradas, numeradas por el nombre del cazador y el peso del coyote, en pedazos gigantes de papel blanco que cubren los tableros de corcho. “Los cazadores desempeñan ese papel”. Si no, dice, los coyotes padecen enfermedades, como sarna, una enfermedad de la piel causada por ácaros y hambre.
Este coyote, fotografiado por una cámara remota, sufre de sarna, una enfermedad de la piel causada por los ácaros. Muchos cazadores argumentan que controlar el número de coyotes ayuda a detener la propagación de la sarna, pero los científicos dicen que es probable que la enfermedad no esté determinada por el tamaño de la población.
Lute, de Project Coyote, a menudo escucha ese argumento, “pero no se sostiene”, afirma. “La enfermedad y el hambre son una parte natural de los procesos de vida en la naturaleza, y su ocurrencia no es simplemente una cuestión del tamaño de la población”. Ella argumenta que los coyotes no necesitan ser controlados. “Son una parte nativa de los sistemas de América del Norte”, añade. “Proporcionan un conjunto completo de servicios ecosistémicos, desde el control de roedores y conejos hasta la reducción de la transmisión de enfermedades y la limpieza de cadáveres, tal como lo han hecho durante milenios”.
Una serie de estudios, incluidos los realizados por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) y los departamentos de gestión de la vida silvestre de varios estados, han encontrado que matar coyotes en realidad puede hacer que sus poblaciones crezcan. Cuando se eliminan algunos coyotes, los sobrevivientes tienen más mamíferos pequeños para cazar y, a medida que la comida se vuelve más abundante, los coyotes producen camadas más grandes.
Las hembras sobrevivientes se reproducen antes y más coyotes reemplazan a los que fueron asesinados. Pronto, según han descubierto los investigadores, hay al menos tantos coyotes como había antes de que comenzaran las matanzas. Un estudio del USDA encontró que después de un período de dos años en el que se eliminó entre el 60% y el 70% de los coyotes que se encontraban en un terreno militar de aproximadamente 105.218 hectáreas en el sureste del estado de Colorado, los animales se recuperaron de sus pérdidas en tan solo ocho meses.
A menudo, el deseo de eliminar a los coyotes está impulsado por un miedo muy arraigado a los depredadores salvajes. “Los coyotes causan mucho daño en las granjas y en la vida silvestre local”, dice la legisladora de Nueva York Aileen Gunther, que vive en Catskills y ha venido a la competencia para apoyar a sus electores. Ella dice que luchará contra cualquier legislación que apunte a prohibir los concursos de caza en su estado. “Estos concursos protegen a nuestros ciudadanos. Tengo nietos corriendo afuera y no quieres ver aparecer un coyote”.
Solo se han documentado dos ataques fatales de coyotes contra humanos en América del Norte, dice el ecologista de la Universidad Estatal de Ohio Stanley Gehrt, quien ha estado estudiando a los animales en Chicago y sus alrededores durante más de dos décadas. En agosto de 1981, un coyote arrebató a una niña de tres años en la entrada de la casa de sus padres en Glendale, California. El ataque probablemente se debió a que los vecinos alimentaban a los coyotes, lo que hizo que perdiera el miedo a las personas, dice Gehrt.
Luego, en octubre de 2009, dos coyotes orientales mutilaron a una mujer de 19 años en el Parque Nacional Cape Breton Highlands, en Nueva Escocia. Ese caso era más misterioso. Los biólogos teorizan que los coyotes se morían de hambre porque los mamíferos que normalmente cazaban, como las liebres americanas, escaseaban en la isla, lo que los obligó a cazar alces. La mujer puede haber sido un objetivo más fácil.
Un descubrimiento sorprendente
Un investigador de la Humane Society, que accedió a hablar bajo condición de anonimato, recientemente hizo un descubrimiento sorprendente en línea. A principios de 2020, cuando se cancelaron los concursos presenciales de matanza de vida silvestre para evitar la propagación de COVID-19, los cazadores formaron varios grupos de Facebook solo para miembros para brindar una alternativa socialmente distanciada.
Los miembros del grupo pagan una tarifa, generalmente entre 30 y 100 dólares, para registrarse en concursos de 24 a 48 horas en los que tienen como objetivo disparar a la mayor cantidad posible de los animales más grandes de una especie designada a cambio de premios en efectivo que van desde cientos a miles de dólares.
Los concursantes deben enviar un video que los muestre a sí mismos diciendo una palabra o frase en clave preestablecida y moviendo a su presa inerte, lo que confirma que el animal fue asesinado recientemente porque el rigor mortis (la rigidez corporal que sigue a la muerte) no se ha presentado. En los concursos por el animal más pesado, el video debe mostrar la boca y el ano de los animales para probar que no están rellenos de piedras. Los administradores recolectan y distribuyen el dinero del premio a través de PayPal y les indican a los concursantes que seleccionen “enviar a un amigo” para evitar el escrutinio.
Dan Clark, un maestro de secundaria jubilado, recolecta cadáveres descartados de coyotes de la cacería del condado de Sullivan y los lleva a casa para desollarlos. Clark, cazador de pieles desde hace mucho tiempo, vende las pieles por hasta 25 dólares cada una.
Los coleccionistas de huesos en Internet pagarán unos cuantos dólares por un cráneo de coyote. Clark dice que le gusta desollar coyotes porque “hace uso de algo que se habría desperdiciado”.
“Nuestra investigación mostró que los grupos de concursos de asesinatos en línea incluyen a miles de personas que representan a casi todos los estados del país, algunos donde los concursos de asesinatos están prohibidos y muchos donde no lo están”, confirma Block, presidente de la Humane Society. “La legislación federal es necesaria para poner fin de manera clara y uniforme a estas viciosas competencias en todo el país”.
La regulación y el cumplimiento de la ley son complicados a nivel estatal, añade, pero el gobierno federal tiene autoridad clara para vigilar el comercio interestatal. En febrero de 2021, la Sociedad Protectora de Animales de los Estados Unidos llevó los hallazgos del investigador al fiscal general de Michigan, Dana Nessel. La organización informó que un grupo de Facebook llamado Coyote Nation, creado en marzo de 2020 por un residente de Michigan llamado Cody Lee Showalter, de 35 años, es el más grande y significativo de los grupos de concursos de asesinatos en línea detectados hasta ahora. Según la página de Facebook del grupo, tiene 3.200 miembros.
En una carta a Nessel, la Humane Society detalla cómo las competencias de Coyote Nation ocurren casi semanalmente, con premios en efectivo de hasta 8.000 dólares y con pedidos de los miembros para ampliar los concursos, incluyendo zorros, mapaches y competencias para niños. La sociedad también expone lo que, alega, son las violaciones legales relevantes en el estado, incluida la jurisprudencia que ilustra el amplio alcance de los estatutos de juego y lotería privada del estado.
Un portavoz del fiscal general dijo que el asunto está bajo revisión.
Sin hablar específicamente de Coyote Nation, Jen Ridings, gerente de comunicaciones de políticas de Facebook, dice que las reglas de la compañía prohíben los juegos de azar en línea y los juegos que involucran dinero sin el consentimiento previo del gigante de las redes sociales. Pero señaló que la caza, junto con la pesca, está exenta de las políticas que prohíben a las personas promover actos de daño físico contra los animales en la plataforma.
Showalter de Coyote Nation se negó a ser entrevistado y cambió el nombre de su grupo a CN luego de ser contactado por National Geographic. “Por favor, no discuta nada que tenga que ver con nuestro grupo”, escribió en Facebook. “Todavía no hemos tenido ningún problema con los anti-cazadores y me gustaría que siga siendo así. Lo que hacemos aquí une a la comunidad de cazadores para una competencia honesta, por eso lo empezamos y por eso todavía continúa fuerte hoy”.
“¡Buen trabajo!”
En la estación de bomberos de White Sulphur Springs, los últimos coyotes del día han sido colgados en la balanza. Son las dos de la tarde del domingo. El concurso ha terminado oficialmente. Los organizadores hacen una revisión final de todas las entradas y calculan cuánto recibirá cada ganador por cheque. Luego se apresuran a cruzar el estacionamiento hacia el garaje gigante de cuatro puertas, donde se está llevando a cabo un lujoso banquete para anunciar a los ganadores. Los platos están repletos de carne asada, puré de papas (o patatas) cubierto con salsa, maíz, judías verdes y ensalada de col, junto con cerveza y refrescos.
Ansioso por escuchar los resultados finales, Kautz, todavía vestido con su camuflaje y botas pesadas, está sentado junto a un cazador llamado Chuck Lewis, de Melrose, Nueva York. Lewis condujo dos horas para ingresar seis coyotes. Ninguna de sus presas ha ganado premios, pero dice que las dos noches sin dormir y el largo viaje valieron la pena porque recibirá 480 dólares. “En este momento, me alimentan los cigarrillos y el café. No he dormido”, dice Lewis. “Tengo resaca de coyote”.
Mientras él y Kautz hablan sobre otros concursos que han realizado, Lewis menciona que le gustan los concursos en línea de Coyote Nation para tener algo que hacer entre las competiciones presenciales.
De pie detrás de una mesa cubierta con premios de la rifa, Van Etten finalmente habla por un micrófono para anunciar a los ganadores. En total, dice, 66 coyotes fueron asesinados. El más pesado fue de 22,06 kilos, disparado por Timothy Kautz.
Después de que los jueces miden la temperatura corporal y el peso de los coyotes, les cortan una uña de la pata trasera para asegurarse de que nadie se salga con la suya al presentar dos veces al mismo animal. Los participantes reciben 80 dólares por cada coyote registrado.
“No puedo creer que gané”, responde Kautz.
A medida que el sol se pone en Catskills, Kautz es 2.440 dólares más rico. (Además del gran premio de 2.000, recibe 240 dólares por ingresar tres coyotes calificados y un bono de 200 por el más pesado el viernes). Planea destinar sus ganancias a la compra de un visor térmico de 6.000 dólares, mejorando su cacería nocturna en futuros concursos. Espera que el próximo coyote que muerda su carnada no se percate de su presencia.
La National Geographic Society apoya a Wildlife Watch, nuestro proyecto de reportajes de investigación centrado en los delitos y la explotación de la vida silvestre.