COVID-19: el uso excesivo de antibióticos en pandemia podría estar influyendo en el aumento de las superbacterias

La COVID-19 es causada por un virus, pero hay médicos que aún recetan antibióticos a quienes no los necesitan. La utilización inadecuada de estos medicamentos puede contribuir a que patógenos como bacterias y hongos evolucionen para evadir su acción.

Ocho colonias bacterianas, cada una formada por un patógeno diferente, han desarrollado resistencia a los antibióticos y han provocado infecciones nosocomiales.

Fotografía de Composite by Scott Chimileski, microbephotography.com, and Roberto Kolter, Harvard Medical School
Por Priyanka Runwal
Publicado 7 feb 2022, 13:13 GMT-3, Actualizado 7 feb 2022, 16:45 GMT-3

A los expertos en salud pública les preocupa que el uso inadecuado y excesivo de antibióticos durante la pandemia pueda exacerbar otra crisis en curso: la resistencia a los antibióticos, en la que patógenos como las bacterias y los hongos evolucionan para evadir potentes medicamentos diseñados para destruirlos.

Más de 750.000 personas mueren anualmente a causa de infecciones resistentes a los antibióticos y se espera que esa cifra alcance los 10 millones para el 2050. Solo en los Estados Unidos, los microbios resistentes a los antibióticos causan más de 2,8 millones de contagios y más de 35.000 muertes al año.

Ahora, el uso excesivo de antibióticos durante la pandemia de COVID-19 puede estar empeorando el problema. En los primeros meses de la pandemia, cuando los pacientes con COVID-19 se presentaban con tos, fiebre, dificultad para respirar y sus radiografías de tórax revelaban manchas blancas (inflamación pulmonar parecida a la neumonía bacteriana), a muchos se les recetaron antibióticos.

En ese mismo país, por ejemplo, a más de la mitad de los casi 5.000 pacientes hospitalizados entre febrero y julio de 2020, se les recetó al menos un antibiótico dentro de las primeras 48 horas de ingreso.

Cuando lidias con la incertidumbre, te equivocas en el lado de la prescripción, lo cual no es necesariamente lo correcto”, explica Jacqueline Bork, médica de enfermedades infecciosas del Centro Médico de la Universidad de Maryland.

Los antibióticos solo matan bacterias y no virus como el SARS-CoV-2, que causa la COVID-19. Pero la neumonía puede ser causada por hongos, bacterias o virus, y determinar qué patógeno es el responsable puede llevar al menos 48 horas y, a veces, incluye procedimientos invasivos para confirmar la causa de la infección. En otras oportunidades, las pruebas no identifican al culpable. 

“Muchos de nosotros, probablemente, estábamos prescribiendo en exceso una buena cantidad de antibióticos. Pero sin una comprensión firme de a qué nos enfrentábamos, hicimos lo mejor que pudimos en ese momento”, señala Bork.

A algunos médicos también les preocupaba que pudiera ocurrir una infección fúngica o bacteriana durante o después del COVID-19, similar a lo que habían visto en la influenza y en otras enfermedades virales. “Al principio, había tanta gente que llegaba con neumonía que ni siquiera podíamos hacer pruebas para detectar infecciones virales o bacterianas”, afirma Bork.

Covid-19: qué aprendizajes trajo la pandemia

A medida que ella y otros médicos de todo el mundo aprendieron que las co-infecciones fúngicas y bacterianas ocurrían en menos del 20 por ciento de los pacientes con COVID-19, algunos redujeron su uso de antibióticos. Pero para los pacientes que estaban gravemente enfermos y que permanecieron en hospitales por más tiempo, a menudo con respiradores y catéteres que pueden causar infecciones bacterianas que resultan en sepsis, los antibióticos eran necesarios.

Aún así, en muchas partes del mundo, los médicos continuaron recetando antibióticos a personas con COVID-19 que quizás no los necesitaban. Cuando los pacientes no pudieron consultar a los profesionales de la salud, recurrieron a la automedicación con antibióticos, a veces incluso como una medida preventiva. El costo y la falta de acceso a las pruebas de diagnóstico que confirman la infección bacteriana y, por lo tanto, la necesidad de antibióticos, sumado a una actitud de "por si lo necesita" y, a veces, no estar al tanto de la ciencia más reciente pueden haber llevado al uso excesivo e indebido de antibióticos en el transcurso de la pandemia.

¿Cómo se desarrolla la resistencia a los antimicrobianos?

En la naturaleza, los hongos y las bacterias que habitan en el suelo, producen sustancias químicas llamadas antibióticos que matan o inhiben el crecimiento de otras bacterias que luchan por los mismos recursos limitados. Con el tiempo, las mismas se adaptan mediante la evolución de la resistencia contra dicho arsenal. Lo hacen mediante la producción de proteínas llamadas enzimas que inactivan el antibiótico, drenan el medicamento de las células bacterianas, restringen la entrada del antibiótico o eluden sus efectos.

A veces, otras especies bacterianas, que no eran el objetivo original de los antibióticos, también pueden desarrollar defensas al adquirir genes relevantes de las bacterias resistentes circundantes a través de un proceso llamado transferencia horizontal de genes.

Los científicos han utilizado antibióticos naturales como base para desarrollar antibióticos comerciales que eviten las infecciones bacterianas en humanos y animales. Pero es probable que algunas de estas bacterias causantes de infecciones, que se originan en el agua y en el suelo, ya hayan adquirido genes que les confieren resistencia.

Inicialmente, estas bacterias resistentes forman una pequeña proporción de la población bacteriana en los cuerpos del huésped, pero eso cambia con el aumento del uso de antibióticos. El fármaco destruye las bacterias susceptibles, eliminando así la competencia y permitiendo que los microbios resistentes se reproduzcan y prosperen rápidamente. Además, administrar dosis incorrectas de antibióticos o usarlas de manera inapropiada, por ejemplo, para una enfermedad equivocada, podría destruir las bacterias buenas de nuestro cuerpo y fomentar el establecimiento de las llamadas superbacterias que son resistentes a muchos antibióticos.

¿Cómo se propagan las superbacterias?

Estas bacterias resistentes a los medicamentos pueden propagarse dentro de hospitales, comunidades, granjas de ganado y de aves de corral, a través de aguas residuales y contaminadas, superficies y alimentos, o por contacto directo. El hecho de que cada vez más personas alberguen superbacterias y que los antibióticos actuales sean cada vez más ineficaces, podría provocar estancias hospitalarias prolongadas, costos médicos más altos y más muertes. Eso es particularmente preocupante para países de bajos y medianos ingresos que se ven afectados de manera desproporcionada debido al alcance limitado a agua limpia e higiene, atención médica de calidad y acceso sin receta a antibióticos genéricos, lo que puede alentar la automedicación cuando la consulta es costosa.

¿Cómo la COVID-19 puede exacerbar las infecciones multirresistentes?

En una encuesta global realizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), a fines de 2020, 35 de 56 países informaron un aumento en la prescripción de antibióticos durante la pandemia. En un país los médicos recetaron antibióticos en casi todos los casos de COVID-19 y otro país informó de una automedicación desenfrenada con estos medicamentos.

Los médicos han recetado antibióticos a pacientes hospitalizados con COVID-19 que incluyen: azitromicina, doxiciclina, fluoroquinolonas, cefalosporinas y carbapenémicos. Con frecuencia han usado antibióticos de amplio espectro que destruyen varios tipos de bacterias, incluidas las beneficiosas, aunque varios estudios han sugerido que la coinfección bacteriana o fúngica y las tasas de infección secundaria son inferiores al 20 por ciento entre los infectados con COVID-19. También a los pacientes ambulatorios, a menudo con síntomas leves de COVID-19, se les recetaron antibióticos como azitromicina y doxiciclina de manera preventiva.

Al inicio de la pandemia, unos pocos estudios recomendaron el uso de azitromicina y doxiciclina debido a sus posibles propiedades antivirales y antiinflamatorias que podrían ayudar a calmar el sistema inmunológico hiperactivo de un paciente con COVID-19 cuando comienza a destruir sus propias células, pero los trabajos más recientes no sugirieron ningún beneficio real.

Muchos pacientes con COVID-19 me consultan una segunda opinión, e incluso ahora veo azitromicina en sus recetas”, dice Lancelot Pinto, neumólogo del Hospital Hinduja en Bombay, India. "Tal vez la justificación es la posibilidad de una infección bacteriana y por lo tanto es mejor estar cubierto, pero no creo que a muchos médicos (en India) les importe si se trata de un virus o no cuando se trata de recetar antibióticos".

En otros casos, los médicos se han sentido obligados a recetar azitromicina en entornos rurales, por ejemplo, que carecen de acceso a pruebas de diagnóstico como radiografías para confirmar la neumonía, y mucho menos determinar si su causa es bacteriana, fúngica o viral.

“Cuando la gente no tiene tanta confianza, la idea es que es mejor darla, por si acaso, ¿por qué correr el riesgo?”, dice Rumina Hasan, patóloga de la Universidad Aga Khan en Karachi, Pakistán. También señala que el uso inadecuado y excesivo de antibióticos durante la pandemia también se debe a que los médicos están desconectados o no pueden mantenerse al día con la información actualizada de COVID-19. “Y una vez que estableces una tendencia (de usar ciertos medicamentos contra una enfermedad) es muy difícil cambiarla”, afirma Hasan.

¿Cómo podría impactar en  la salud mundial el uso indiscriminado de antibióticos?

Aunque los antibióticos pueden salvar vidas cuando se usan adecuadamente, los expertos en salud mundial sospechan que su uso generalizado e indiscriminado durante la pandemia podría haber creado la tormenta perfecta para seleccionar bacterias resistentes.

Es posible que todavía no veamos el aumento de las superbacterias y sus impactos, pero "el daño ya está hecho", afirma Pilar Ramon-Pardo, asesora regional sobre resistencia a los antimicrobianos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

El Sistema Mundial de Vigilancia de la Resistencia y el Uso de Antimicrobianos, que fue lanzado por la OMS en 2015, recibió un golpe debido a la disponibilidad reducida de personal médico en todo el mundo para recolectar muestras e informar sobre microbios resistentes a los medicamentos durante la pandemia.

Con todos los recursos desviados para combatir la COVID-19, también hay escasez de presupuesto y fatiga mental. “La gente no está interesada en escuchar sobre otra crisis de salud pública”, dice Muhammad Zaman, profesor de ingeniería biomédica en la Universidad de Boston. Y agrega "Algo tiene que ceder".

Pero si las infecciones resistentes a los antibióticos aumentan en el mundo posterior a la pandemia, ¿deberíamos esperar a ver nuevos antibióticos para combatirlas? Probablemente no tantos, dice Zaman.

Los tratamientos con antibióticos rara vez exceden los 14 días y no generan ganancias cómodas para las compañías farmacéuticas, como las terapias para enfermedades crónicas, como el cáncer y la diabetes. También es probable que los nuevos medicamentos encuentren resistencia a los medicamentos con bastante rapidez, lo que hace que la inversión en innovación sea menos lucrativa.

Sin embargo, en el año 2013, los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, lanzaron un programa de resistencia a los antibacterianos para realizar y financiar investigaciones destinadas a probar nuevos medicamentos y herramientas de diagnóstico, así como a optimizar el uso de los antibióticos existentes. Para los expertos en salud mundial, la solución está en mejorar la prevención y el control de infecciones. Las vacunas, actualmente en desarrollo contra patógenos resistentes a los medicamentos, también podrían ser prometedoras.

“Pero la noción de que este es un problema puramente científico es incompleta e inexacta”, afirma Zaman y concluye: “Tenemos que pensar en la economía, en el acceso y en el comportamiento humano”.

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