Las ruinas radioactivas de Chernóbil tienen una nueva tumba
En 2016, treinta años después de la catástrofe, una estructura gigante reemplazó el sarcófago en ruinas de la era soviética construido para contener la radiación del lugar.
PRÍPIAT, UCRANIA. Cuando Ilya Suslov se enteró del desastre nuclear en Chernóbil, el 26 de abril de 1986, estaba trabajando de capataz en la construcción de una ciudad secreta, en la República Socialista Soviética de Uzbekistán. De inmediato se ofreció como voluntario para ser un “liquidador”, uno de entre cientos de miles de soldados y civiles soviéticos, la mayoría reclutados, que limpiaron el lugar.
El trabajo de Suslov era ayudar a construir el “sarcófago” gigante, una tumba de acero y hormigón construida en ocho meses para contener los restos ardientes de la Unidad 4 de la planta de energía nuclear. En 2016, luego de 30 años, ese sarcófago fue reemplazado por otro, esta vez diseñado para durar cien años.
En 1986, mientras Suslov se dirigía al sitio del peor accidente nuclear del mundo, lo único que le dijeron fue: “Bien, prepárate”. Al llegar, le entregaron ropa de trabajo ligera y una gorra y una máscara quirúrgicas, sin ningún tipo de protección contra la radiación. Al asomar la cabeza por una esquina del búnker desde el que coordinaban a los obreros que vertían hormigón y soldaban acero para el “refugio del objeto”, como lo llamaban, su jefe lo arrastró hacia adentro y le gritó: “¡Oye! ¿Qué estás haciendo? ¿Quieres contaminarte?”.
Hoy apenas sobrevive como electricista de medio tiempo. Su pensión no es mayor que la de cualquier jubilado soviético, aunque se haya enfrentado a grandes riesgos para su salud. Como el de muchos en la Ucrania escasa de fondos de hoy en día, su refrigerador está vacío al final del mes. Aun así, está orgulloso de lo que hicieron. “De no haber construido ese sarcófago, la contaminación por radiación continuaría hasta hoy. El sarcófago era como un frasco de conservas, una lata que encerraba todo, pero era solo un simple envase”, dice.
Supo que el tiempo del sarcófago había llegado a su fin. Hace unos años, fue reforzado después de que casi colapsó, una segunda catástrofe que habría enviado una vez más polvo y residuos radiactivos a la atmósfera. “Mi sarcófago soportó 30 años, gracias a Dios”, comenta. “Pero es hora de pensar en el futuro”.
Un arco gigante de acero inoxidable llamado Nuevo Confinamiento de Seguridad fue colocado sobre el reactor. Construido por un consorcio internacional de donantes, sella las alrededor de 5500 toneladas de arena radiactiva, plomo, ácido bórico y 220 toneladas de uranio y otros isótopos inestables, así como decenas de toneladas de cemento y acero contaminados.
El objeto móvil más grande
El arco es un logro incomparable de ingeniería. “Para un ingeniero, es la Meca. Es decir, espero que no tengamos que construir un arco como este en ningún otro lugar. Estamos aquí debido a una catástrofe, pero para un ingeniero es perfecto”, dice Nicolas Caille, director del proyecto que aúna esfuerzos internacionales comandado por Novarka. “Haremos cosas que nunca se han hecho en ningún otro lugar”.
Con la forma de un hangar para aviones gigantesco, la estructura está hecha con kilómetros de tubos de acero unidos por unos 600.000 pernos hechos a medida. Con un costo de 2100 millones de euros (hasta ahora), el enorme arco se eleva unos 110 metros, con un largo de 165 metros y un ancho de unos 260 metros y, una vez que sea desplazado hasta su sitio gracias a una vía especial de acero inoxidable revestida con teflón, se convertirá en el objeto de mayor tamaño hecho por el hombre que se desplace por tierra.
El arco está cubierto con una capa brillante de acero inoxidable, visible por encima de los tejados de la ciudad abandonada de Pripyat, a unos 3 kilómetros de distancia pasando por un bosque que de a poco se va repoblando con lobos, linces, ciervos, jabalíes, alces y castores.
En el espacio que separa el recubrimiento interno del externo circula aire seco para que la estructura no se oxide, y este espacio será despresurizado para minimizar el riesgo de fugas de polvo radiactivo.
Diseñado para resistir el intenso calor de un incendio y el frío extremo del invierno ucraniano, a la vez que mantiene su flexibilidad, el edificio también es capaz de resistir un terremoto o un tornado con vientos de hasta 331 kilómetros por hora.
Para conseguir todo esto, su diseño es creativo. Como es demasiado grande para rodar, el nuevo confinamiento de seguridad se deslizó al ritmo de un caracol, para terminar encajando en su sitio como un gigantesco bloque de tetris alrededor de los restos de la Unidad 4. Además, la membrana que sella el sarcófago de la antigua estructura soviética es del mismo material utilizado para mantener fuera el agua del mar cuando un submarino abre la escotilla para lanzar un misil balístico.
Una vez sellado, dos grúas gigantes, tan pesadas como un Boeing 737, llevan brazos mecánicos controlados por control remoto, un taladro sacanúcleos, una trituradora de cemento y una aspiradora de 10 toneladas para abrir y limpiar el reactor.
Durante el accidente, menos del 5 por ciento de la radiactividad contenida en la Unidad 4 fue liberada al medio ambiente, por lo que la mayor parte continúa adentro, y deshacerse de ella llevará décadas. El Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, el principal financiador del arco, no ha revelado los planes para la deconstrucción. Ucrania se ha comprometido a financiar el proceso, aunque el país está profundamente endeudado y no queda claro cómo pagarán el proyecto si no cuentan con la ayuda de donantes extranjeros.
“El objetivo primario es controlar la contaminación”, dice Caille. “El segundo objetivo es proporcionar las herramientas para deconstruir el reactor dañado”. Pero el objetivo global es “contenerlo todo”, afirma Caille, “asegurarnos de que incluso en caso de un terremoto o si el sarcófago existente se derrumba, no se libere ninguna contaminación en Europa”.
Artículo originalmente publicado el 25 de abril de 2016.