“Esta soy yo, tal cual soy”: una fotógrafa documenta su propia transición de género
Dos puntos en el tiempo: a la izquierda, una imagen de mi rostro antes de la operación, que representa mi antiguo yo en 2014, y, a la derecha, mi rostro en 2018, después de la cirugía de feminización facial. Ambos constituyen los extremos de un recorrido que se manifiesta a través de la transformación de un rostro y los cambios subyacentes. Recurrir al arte como una forma de entender lo que había vivido y hacia dónde iba me resultó terapéutico y me dio sentido.
Tardé 27 años en darme cuenta de que era una persona transgénero. Tardé uno o dos meses en decidirme a hacer la transición física. Me llevó incluso menos tiempo comprender que debía documentar mi transformación, para mí y para cualquier otra persona que necesite verla.
Debería empezar por el principio.
Esta fotografía (izquierda) de cuando tenía 27 años marcó el primer día de mi transición, el 7 de abril de 2015. La imagen del medio, tomada el 18 de mayo de 2015, registra un momento de desconexión entre quien soy y mi yo anterior. La fotografía de la derecha, tomada el 25 de julio de 2015, es un reflejo de mi entendimiento, luego de investigar, de que las hormonas y los bloqueadores de hormonas producen cambios físicos. Al no saber cómo afectarían mi cuerpo en particular, sentía una ansiedad por lo desconocido, ya que los resultados varían de persona a persona.
Crecí en Baltimore (Estados Unidos) en la década de 1990 y principios de la década de 2000; no sabía que las personas podían no sentirse identificadas con el género que se les asignó al nacer. En ese momento, no tenía recursos o modelos a seguir para siquiera comenzar a entender quién era.
Sin embargo, había pequeños indicios de sentirme como persona queer, una sensación de ser diferente, una sensación que no podía expresar con palabras. Nunca compartí esos sentimientos con nadie ni tuve la oportunidad de explorarlos hasta los 20 años. A los 21, encontré videos de mujeres trans en YouTube hablando sobre sus experiencias. Regresaba a ver los videos cada tanto para ver las novedades, quería saber más. Me decía a mí misma que solo se trataba de una investigación para un proyecto que quería hacer sobre la identidad trans. Todavía no estaba lista para confrontar la verdad sobre mí misma.
El 22 de agosto de 2015 ya sentía mucho entusiasmo por documentarme y ver mi evolución a lo largo del tiempo.
En 2011, me mudé a la ciudad de Nueva York. Trabajaba en la industria de la fotografía y mantenía mi mente y mi cuerpo ocupados para no caer en la introspección. En 2015, estaba en mi sesión de terapia cuando, de casualidad, mi terapeuta mencionó a una celebridad que se había declarado trans. No recuerdo en qué contexto se dio esa conversación. Creo que ni siquiera estaba prestando mucha atención a lo que ella estaba diciendo. Pero recuerdo haber pensado, “Oh, qué interesante”.
Ese comentario pasajero fue el disparador para que comenzara a hacerme cargo de lo que ardía en mi subconsciente. Cuando estaba en casa, sola con mis pensamientos, reflexionaba sobre mi identidad. Me preguntaba una y otra vez: “¿Soy trans? ¿Soy mujer?”. Me contestaba que no. Luego, pensaba: “¿Y si lo soy?”. Me convencía de una cosa y luego de otra, pero a medida que pasaban los días y luego las semanas, la respuesta se hizo evidente: “Sí, eres esa persona”.
Finalmente, me di cuenta de que necesitaba aceptar quién era.
2 de enero de 2016: había días en los que realmente me pesaba el contraste entre cómo me veía físicamente y cómo eso difería de mis expectativas.
26 de marzo de 2016: los efectos que tienen las hormonas por sí solas sobre el cuerpo humano, sin intervención quirúrgica, pueden ser bien significativos. Con el paso del tiempo, mi piel comenzó a suavizarse, el tejido mamario empezó a desarrollarse y las diferencias físicas se hicieron más visibles.
Empecé a entender todas las sensaciones extrañas que había sentido; todas las piezas del rompecabezas encajaban por primera vez. Todo parecía estar en su lugar. Confiada y emocionada, decidí ponerme en marcha y recuperar el tiempo perdido.
Primero fui a ver a mi terapeuta, para tantear el terreno, y luego a lo de mi madre, quien fue un gran sostén durante mi transición. Tuve la enorme fortuna de que todos mis seres queridos (incluidos mis padres, hermano y amigos) me brindaron su apoyo.
20 de abril de 2016: cinco días después de someterme a un procedimiento médico invasivo y doloroso, conocido como cirugía de feminización facial (FFS, por sus siglas en inglés), me tomé fotografías. Esta intervención modifica la estructura ósea para eliminar los efectos provocados por la testosterona, usada en un principio para dar forma al cráneo. Como todavía vislumbraba mis rasgos anteriores, me di cuenta de que mi “nueva” cara tardaría un tiempo en asentarse sobre mi cráneo reconstruido.
28 de mayo de 2016: Este es el primer vestido que tuve, me lo regaló una amiga, también trans. Todavía ni siquiera estaba a mitad de camino de cómo quería verme físicamente y me sentía un “trabajo en progreso”.
22 de mayo de 2017: Me resistí a cortarme el cabello durante bastante tiempo, ya que tardaba mucho en crecerme hasta donde yo me sintía cómoda. Un físico femenino no me define 100% como persona. Para mí, ser una mujer feminista es ser un individuo que elige su propio camino según lo que es correcto para esa persona y su cuerpo.
Retrato propio.
Fundamentalmente, debo mi propia existencia a mis antecedentes trans, sobre todo, a las personas queer que además son indígenas, negras, asiáticas, latinxs y personas de color. Ellas salieron a las calles y trabajaron duro por nuestras comunidades, y allanaron el camino para que el resto pudiéramos descubrirnos y vivir de forma auténtica como nosotras mismas. Las pioneras, como Marsha P. Johnson, Sylvia Rivera y muchas otras, lucharon por nuestra comunidad en un momento en que la visibilidad y la representación eran casi nulas.
A los pocos meses de salir del clóset, comencé a tomar hormonas y a hacer autorretratos. Usar la cámara para fotografiar fue una forma de entender mi punto de partida y de llegada. Como fotógrafa y como alguien que de joven no tuvo acceso a imágenes positivas de personas trans, sentí que tenía la responsabilidad de contar mi historia a través de mi propia perspectiva queer.
29 de mayo de 2022: siendo una mujer trans, y además fotógrafa, me doy cuenta de la importancia de la autorepresentación y de cómo esta puede funcionar como una herramienta poderosa a la hora de contar una historia. Conocer la vida de una persona queer a través de sus ojos visibiliza lo que de otro modo pasaría inadvertido.
No tengo como objetivo representar a todas las personas trans. Así como no hay una única forma de ser humano, no hay una forma correcta o incorrecta de transicionar. Cada persona sigue su propio camino.
Mi camino implicó una transición médica. En 2016 pasé por cirugías de feminización facial y reasignación de género. Con la cirugía de feminización facial, que consistía en limar los huesos para reducir los efectos de la testosterona, me reconstruyeron el cráneo. Si bien esto puede parecer extremo, imagina cómo se siente descubrir quién eres realmente y luego mirarte en el espejo y ver a otra persona. Las cirugías fueron dolorosas, pero el camino para ser uno mismo siempre conlleva un poco de dolor, y a veces es tanto mental como físico.
Hoy me resulta difícil mirar fotos familiares antiguas. Ojalá hubiera podido ser yo misma mucho antes. Pero cuando observo las fotos de las primeras etapas de este proyecto, veo a una persona que emprendió un viaje para ser ella misma. Y al mirar las últimas fotos, pienso: “Esta soy yo, tal cual soy. No me arrepiento de nada”.
Allison Lippy es una fotógrafa que vive en Brooklyn; se dedica a explorar la convergencia de la identidad, la cultura y la ciencia dentro de los espacios de transición. Síguela en Instagram.